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"SARDINENPACKUNG"



Como consecuencia de las Leyes de Nüremberg, la diatriba del diario alemán Der Stürmer y la violenta Kristallnacht -mero simulacro de lo que se estaba orquestando- durante la canícula de 1941 fue aprobada la "Solución Final" que habría de diezmar en casi su totalidad a la comunidad judía de Europa. La empresa de alto rendimiento que se dedicó a esa tarea contó con una excelente planificación, inmejorable organización administrativa y detallada supervisión. Para ejecutar el procedimiento, el gobierno alemán tuvo que emplear casi medio millón de personas.


El genocidio perpetrado por la Alemania nazi se trató de una burocracia altamente eficiente a la hora de dividir la tarea para que su resultado no fuera tan impactante. Por supuesto que durante el proceso los obreros debieron mostrar la condición sine qua non para el logro de los objetivos trazados: el sadismo exacerbado.

Quien lea este introito se preguntará qué relación hay entre este deleznable capítulo de la historia y el trato que se les dispensa a los animales. Ciertos protocolos desarrollados en ambos procesos de matanza me llevan a inferir que las similitudes no son fruto de una mente enajenada. Esa transparente realidad equipara a seres confinados contra su voluntad en condiciones horrendas para sacarles el mejor provecho. Por un lado, la implacable limpieza étnica de una pequeña nación; por otro, la producción de artículos de consumo de origen animal. Ambas víctimas, sin otra identidad que el tatuaje al rojo vivo y privadas del derecho a sentir, pero sí a sufrir esclavitud física y moral, innumerables enfermedades, y por supuesto, la muerte a manos de sus abusadores.

Con mi inclinación hacia el veganismo, la idea al principio perturbó mi mente, más que nada por mi condición de judío: ¿Cómo podía tener yo el tupé, el descaro de comparar una cosa con otra? ​¿No era una forma de ofender a mis familiares caídos en desgracia? Partiendo de la premisa de que el veganismo equipara la vida animal con la humana, la idea me retumbaba, pero a pesar de ello no podía dejar de pensar en que los procesos más que similares, eran hasta idénticos, diría yo, y que no cabía otra opción que el maltrato industrial que se le da a los animales, perfectamente debió haber sido fuente de inspiración para el "éxito rutilante" del exterminio de casi la totalidad de la judería europea.


​Por supuesto que mi pensamiento ​reñido con la irreflexiva moral humana y altamente "retorcido" de comparar -o mejor dicho, equiparar- ambos procesos, ya tenía antecedentes en la maquinaria de muerte alemana. Ciertas operaciones que la humanidad llevó a cabo con los animales a lo largo de la historia, no dejó dudas a los alemanes que perfectamente se podían implementar con los "subhumanos", los judíos.

En cualquier guerra hay tres factores a tener en cuenta para lograr los objetivos: sorpresa, presteza y economía. Así fue que la cúpula nazi, luego de implementar varios dispositivos para el exterminio masivo de seres humanos, escogió finalmente la eficiencia y la letalidad de las cámaras de gas puestas en funcionamientos en los campos de Belzec, Sobibor, Treblinka y Auschiwitz-Birkenau.

​A uno de esos tantos procedimientos para eliminar judíos a gran escala se ​le llamó "Sardinenpackung" -cuya traducción al ser tan obvia, no se hace necesaria-. El método consistió en cavar fosas de grandes dimensiones, obligar a los judíos a introducirse en ellas, rematarlos con un tiro en la nuca, para finalmente tapar con tierra los miles de muertos. La eminencia gris de este horripilante plan de asesinar y ocultar el mayor número de cadáveres fue el SS-Obergruppenführer Friedrich Jecklen, uno de los criminales de guerra nazis más detestables de la historia.​ ​La masacre de ​los bosques de ​Rumbula​, en los suburbios de Riga, Letonia, ocurrió entre el 30 de noviembre y el 8 de diciembre de 1941. En dicho lugar, fueron asesinados cerca de 25.000 judíos por los Einsatzgruppen con la ayuda de colaboradores ​letones. A esta matanza despiadada, reiteró, no por casualidad se le denominó "Sardinenpackung​".

La idea es que si llegaste a estas alturas del artículo y mis ideas no te resultaron tan disparatadas, tan insensatas, tan imprudentes, tan absurdas y que, además, están revestidas de una profunda lógica, ponte a pensar en estas reflexiones cada vez que abras una lata de sardinas, de atún o de cualquier animal, sea del origen que fuere, de que no hay nada de inofensivo en esa acción tan rutinaria y automática, sino que es el final de un proceso colmado de violencia de principio a fin.

Mis comparaciones "canallescas" con el tiempo encontraron eco en lo expresado por el pensador judeo-alemán Theodoro Adorno​, quien lo sintetizó de manera sublime: "Auschwitz comienza siempre que alguien mira un matadero y piensa que son solamente animales". La supuesta inmoralidad al plantear el paralelismo entre ambos holocaustos, lejos de ser una afrenta hacia aquellos que se sentirán ultrajados en su honor, es un llamado a la reflexión, una exhortación de que el statu quo debe cambiar, si lo que deseamos es vivir en un mundo mejor, más equitativo. Aunque consideremos que aquellos a los que matamos son inferiores a nosotros, siempre encontraremos excusas para aliviar nuestras conciencias.

La analogía entre el holocausto judío y el animal fue contemplada por el premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer: "Para los animales cada día es Treblinka. Cada vez que Hermann era testigo de cómo eran matados los animales tenía los mismos pensamientos: en el comportamiento con las criaturas todos los hombres eran nazis. En toda ocasión indicaba que lo que habían hecho los nazis con los judíos era lo mismo que lo que hacían los hombres con los animales".

Sin embargo, no todos los seres humanos hemos perdido la imprescindible conexión con la naturaleza, ese lazo que nos une a todo ser viviente, sea de la especie que fuere. Ejerciendo el pensamiento crítico y la capacidad de razonar, podremos llegar a entender que todas las especies sobre el planeta tienen derecho a la vida, a no ser utilizadas como esclavas, a que no se las maltrate, torture o asesine para fines puramente egoístas. Esto lo comprendió muy bien Edgar Kupfer-Koberwitz, prisionero del campo de concentración nazi de Dachau, quien vivió en carne propia el trauma del sufrimiento y la muerte. Al finalizar la guerra, Kupfer-Koberwitz recuperó un diario de su autoría -que había enterrado con la esperanza de poder recogerlo algún día- en el que volcó sus vivencias en el infierno. Testigo de la crueldad más salvaje, su experiencia en el campo de concentración le abrió los ojos y le impulsó a enseñar el concepto que es una gran equivocación comer animales; provocarles el mismo sufrimiento que él jamás pudo olvidar.

He aquí un extracto del libro de Kupfer-Koberwitz, titulado Los animales, mis hermanos: "Me niego a comer animales porque no puedo alimentarme del sufrimiento y la muerte de otras criaturas. Me niego a hacerlo, porque yo mismo sufrí de una forma tan dolorosa que puedo sentir el dolor de otros al recordar mis propios sufrimientos. ¿No es sencillamente algo natural, el que yo no inflija en otras criaturas aquello que, espero y temo, nunca será infligido en mí? ¿No sería muy injusto hacer tales cosas sin otro propósito que el de gozar de un frívolo placer físico a costa del sufrimiento de otros, de la muerte de otros? Yo creo que los hombres continuarán matándose y torturándose los unos a los otros mientras maten y torturen a los animales. También habrá guerras porque hay que entrenar y perfeccionar la matanza en objetos más pequeños, moralmente y técnicamente".


Para finalizar, el Dr. Alex Hershaft, superviviente del Holocausto, tuvo la lucidez mental en asociar su traumática experiencia con el abuso que los humanos ejercemos minuto a minuto contra el resto de animales. En coherencia con su repulsa hacia toda opresión, hoy actúa como un convencido vegano y activista por los derechos de los animales. Estoy en completa sintonía con el doctor Alex y no me canso de decir que "todo tiene que ver con todo". Por eso estaría bueno que la gente además de ponerle mente a las cosas le pusiera también el corazón. La justicia se hace con los que están por debajo de nosotros. Si realmente amas a los animales, ¡acarícialos, no te los comas! https://www.youtube.com/watch?v=LM3OFViSt3I


​Llegarán nuevas generaciones de niños que preguntarán a sus adultos -como hoy algunos nietos alemanes reclaman a sus abuelos involucrados en el genocidio judío- ¿por qué ellos no hicieron nada para impedir estos abominables crímenes de animales sin usar la excusa de que "no nos dimos cuenta"?


Alejandro Goldstein


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