¡Adivina cuál de estas mascotas es Olivia Goldstein!

Es un enorme contrasentido que un judío compre una mascota en una tienda. Es como glorificar el macabro plan de la raza superior implementado por la Alemania nazi. Es emular de cierta manera ese pasado que llevó a la tragedia de la humanidad por antonomasia.

Nos encanta comprar belleza. Lo único que miramos en este mundo impúdico es la cobertura, la fachada. El interior y la esencia no cuentan en absoluto. Esa tendencia gana adeptos en la Argentina cuando personajes de la farándula encargan niños a la cigüeña y todos -sin excepción- vienen con ojos celestes y bien blanquitos.

Entre los Mischlinge (alemanes con herencia judía parcial), Deutschblüutigkeitserklärung (certificado de sangre alemán), Ariernachweis (certificado ario) y Lebensborn (programa de reproducción selectiva) que caracterizaron aquellas época nefasta a los perros "bonitos" con papeles de hoy en día hay una similitud alarmante. Aunque a nadie le llama la atención este fenómeno, a mi no deja de inquietarme.

¡No compres perros de raza! ¡No compres perros en las tiendas de mascotas! ¡No formes parte de ese negocio sórdido! ¡Adopta! ¡Ve a un refugio!

No está de más aclarar que además de los irrefutables argumentos vertidos, tengo que agregar que los "simplemente perros" son incomparables, los mejores por lejos: compañeros, fieles y buena gente.

Una de las frases más peligrosas de la historia de la humanidad es: "siempre lo hemos hecho así"; otra que no le va en zaga es: "¡nada que ver!"

Comparar a la tarjetas que identificaban un alemán puro con las credenciales avaladas por el Kennel Club no es fruto de una mente enajenada. ¡Piensa, utiliza la magnífica materia gris con la que has sido dotado! ¡No actúes siguiendo los dictámenes de las modas porque la historia te enseñó que ciertas cosas terminan mal!

Alejandro Goldstein (orgulloso abuelo de Olivia)