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¡Clemencia para los vencidos, curad a los heridos!


De lo único que se habla en estos meses, es del furor que causó a todo nivel la "nueva realidad", a tal punto que hasta hace una semana nadie hablaba de otra cosa. Tuvo que venir George Floyd con su billete falso de veinte dólares para darnos nueva diversión, para distraernos un poco de las estadísticas con la actualización de las defunciones y de si la "curva" sube o baja. El nuevo foco mediático vino de maravillas, porque todos estábamos un poco hartos de escuchar la misma cantaleta de siempre del Coronavirus. ¡La variedad es lo que nos apasiona y la monotonía lo que nos aburre!


Pero, lo que la gente no vio, es que el asesinato en cámara lenta de George Floyd, forma parte de esta nueva realidad. Como los procesos sociológicos duran algún tiempo en gestarse y definirse, perfectamente podemos incluir en esta nueva realidad, fenómenos que se están suscitándose desde que comenzó el tercer milenio. Hoy todos rasgan sus vestiduras en homenaje al ciudadano estadounidense -que todos insisten en llamar de manera escandalosamente racista, "afro americano"-. Este circo ya no sirve, porque nadie le va a devolver la vida al difunto, pero pensándolo bien, sirve, pero para proceder al saqueo sistemático de las tiendas y obtener de manera express el inalcanzable IPhone y para ir definiendo los comicios de los próximos meses en el país "campeón" de la democracia.


El establishment dio luz verde para que al tipo lo mataran sin resistencia ninguna. Ni siquiera las cámaras de los teléfonos móviles, armas modernas de disuasión masiva, pudieron detener lo que estaba sentenciado. los ánimos se calmaron un poco después de que los tres policías que acompañaron al homicida, también serán sentenciados por complicidad. Pero, yo me pregunto, ¿aquellos curiosos que solamente filmaron o sacaron fotos no deberían ser enjuiciados por omisión de asistencia? ¡Por supuesto que no! y aquí viene la explicación. los niños en la escuela aprenden que "hay que respetar la ley". Y si la policía está actuando, es decir matando una persona a la vista de todo el mundo, es porque está cumpliendo con su trabajo y, por ende, con la Ley. ¡Si lo hacen, por algo será!, sería el razonamiento. A nadie se le ocurrió empujar al policía para tratar de salvar a la víctima -que había pedido socorro con desesperación dieciséis veces en cinco mil cuatrocientos segundos-; solo algunos timoratos cambios de palabras que ni siquiera impidieron que el policía siguiera presionando con su rodilla el cuello de la víctima.


¡A uno le gustaría que el mismo ímpetu con el que rompen todo para robar, lo aplicaran para salvar la vida de un Floyd que agonizaba!, pero...la vida a Floyd no se la devuelve nadie, y en realidad no interesa a nadie. La corrección política hace que todos se expidan en la materia y los famosos, por cada palabra a favor de la causa, ganarán dos millones de nuevos seguidores en Instagram. A Floyd, no lo mató el policía blanco; lo mató el sistema. Aquel que piense que el racismo se da solamente en los Estados Unidos está loco de remate. El racismo y la discriminación se manifiesta en el lenguaje coloquial, en las pautas publicitarias, en la prensa y en la vida misma de todos los días. Se discrimina en todas las geografías a las trabajadores sexuales, a los homosexuales, a los negros, a los gordos, a los viejos, a toda hora y en cualquier lugar. Recurrimos a estúpidos eufemismos porque no nos gusta decir las cosas de frente. En una interminable lista nos encontramos con que los negros son "morenos" o "afro descendientes", los ciegos discapacitados visuales, los sordos discapacitados auditivos, los viejos, "adultos mayores" y "mal incurable", el cáncer. Capítulo aparte es el eufemismo más peligroso de estos tiempos -por el que se hacen interminables debates políticos- por medio del cual, al cobarde asesinato de un ser indefenso se le llama aborto o "interrupción del embarazo". A mi me gustaría llamarlo con el título de un film de James Bond: "licencia para matar", pero iría directo a la crucifixión -como otro judío hace 2000 años-.


El respeto a la autoridad mató a Floyd, pero también nos está matando a todos. Goerge Orwel decía que "en una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario" y Albert Einstein que "si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre". Estamos viviendo en el más nauseabundo de los barros porque creamos sociedades sin compromiso. ¿Acaso lo que le sucedió a Floyd no le sucede a millones de personas todos los días? No de manera literal, sino traslaticia, mies de jefes humillan a sus subalternos a cada rato. A eso también se le llama "pisar la cabeza". ¿Y cuál es la reacción de los heridos, de los vencidos? Agachar la cabeza y callar por miedo; miedo a perder el trabajo, miedo a tener rebeldía, miedo a cambiar las coordenadas.


Siempre que subo a las redes sociales una imagen o un pensamiento "fuera de tono" o que no se ajusta a los cánones que acepta la sociedad contemporánea, la demonización no tarda en aparecer, acompañada de ráfagas violentas de "pluralismo y democracia". A estas alturas todos conocen mi compromiso de por vida con el veganismo -o como me gusta decir a mí, "la revolución más justa en la historia de la humanidad"-. Me he cansado de recibir mensajes de este tenor: "así como nosotros te respetamos el hecho de que seas vegano, tú deberías hacer lo mismo y respetar nuestra comida; ¡al final de cuentas está avalada por la historia, las divinidades y mamá!"


Pero cuando hay víctimas de por medio, es una obligación moral tomar partido. No se puede estar con Dios y con el diablo al mismo tiempo. La supuesta imparcialidad no es tal, porque esta siempre contribuye a mantener el statu quo del tirano, sumergiendo a la víctima a un profundo abismo. La historia la escriben los ganadores y en el caso de Floyd el ganador eres tú porque no te tocó esta vez; en el caso del trato que se les dispensa a las víctimas animales, también tú eres el ganador.


Sería fantástico que te pasaras al bando de los revolucionarios, que te involucres en el juego y batalles por esa noble causa llamada Justicia. ¡Deja las armas de destrucción masiva, es decir cuchillos y tenedores, deja también a un lado la cámara del celular, y comienza a luchar por la igualdad y a fomentar la compasión!


De los mensajes estúpidos dando "ánimos" en "tiempos del cóleravirus" está aquel que dice con convencimiento de que "vamos a salir mejores". "¡Cuéntenmela en colores!", porque yo todavía sigo viendo la realidad en blanco y negro. Blanco por el que mató a Floyd y Negro por el que murió.


Me viene a la memoria una máxima del General José Gervasio Artigas, luego de que sus tropas vencieran en la Batalla de las Piedras a los españoles, allá por 1811 y que nos vendría muy bien en estos tiempos perturbadores: "¡Clemencia para los vencidos, curad a los heridos!"




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