La publicidad y el viejo leitmotiv que sigue cautivando a las masas
Una práctica repetitiva de todo aquel que se precia de ser vegano es mirar hasta el hartazgo vídeos acerca del maltrato animal. En mi caso particular, lo hago varias veces al día, y si bien fue la única razón que me motivó a orientar mi vida hacia la iniciativa de pretender quiméricamente concientizar a la especie humana que dicha práctica es tan violenta como innecesaria, casi desde mis primeros pasos en esta nueva etapa, estos dejaron de emocionarme. Los contemplo con naturalidad, no me causan impresión ni tampoco dolor. ¿Será que me habré acostumbrado? A los típicos comentarios esgrimidos por gente dotada por la más acendrada sensibilidad: “¡soy muy sentimental, no los puedo ver!”, me fascina responderles con una pregunta: “¡qué curioso!, ¿y comerlos sí puedes?”. Es allí cuando los mecanismos de defensa afloran con una espontaneidad que siguen causándome una amalgama de asombro y estupor: “¡estás mezclando las cosas!”. No deja de ser raro que mientras la gente dotada de mucho sentimiento se los devora con mil salsas -porque así lo enseñó mamá y la abuela-, yo, un supuesto témpano de hielo, forme parte de la pequeña minoría que decidió que esclavizar y matar a los animales es una práctica aberrante, deleznable e inmoral. Pero lo que sí no puedo soportar bajo ningún concepto, son las campañas publicitarias alusivas a este asunto; me revuelven las tripas y me llenan mi ser de una profunda cólera. Deberían afectarme más los vídeos que la publicidad, pero esas son cosas que ni la razón ni el corazón pueden gobernar. Ayer, mientras miraba televisión por cable, llamó mi atención una publicidad de una firma llamada "TIP TOP", cuyo eslogan es: “frescura que se nota”. El mensaje era el mismo de siempre, la familia, las sonrisas, la espontaneidad y la frescura. El corolario de la publicidad “tierno y humano” es apuntar a la frescura del pollo con la cual la familia se alimenta para estar sana y fuerte.
https://www.youtube.com/watch?v=YlX_efnv37g
Hurgando en la Web, en pocos segundos me enteraba que Tip Top es líder en Nicaragua en la venta de cadáveres. No satisfecho con la información, quise saber más acerca de este desafío comercial y me encontré con el siguiente vídeo que adjunto al presente artículo. Me resulta llamativo cómo el leitmotiv de dibujar al animal –que en la vida real es masacrado sin ninguna misericordia- con una sonrisa de oreja a oreja, sigue cautivando a grandes y chicos –a pesar que son miles los vídeos que enseñan una realidad totalmente opuesta- . Hay que reconocer que en este caso particular los publicistas se esmeraron, pues el animal surge de un huevo quebrado y para darle el toque de distinción, aparece ataviado con galera y bastón.
El vídeo es un cúmulo emociones, sonrisas, en donde se destaca en primer lugar las bondades del empacado: “porcionado (es decir, en porciones), “abre fácil” y “al vacío”. Después pasamos a la calidad del producto propiamente dicho: “con métodos de comprobación de frescura, en donde el consumidor puede validar el color de su pollo” (sic). No por casualidad mi página web está encabezada por el siguiente pensamiento: “de acuerdo con mi óptica, toda publicidad relacionada con artículos de origen animal es repugnante. El objetivo -cien por ciento logrado- es esconder y disfrazar tanto la muerte como el martirio. Con dolor en el alma tengo que reconocer que son maestros en su arte, pues son capaces de convencernos de que el jamón ahumado comienza a crecer en los árboles cuando llega la primavera”. En resumidas cuentas, no me sensibiliza ver vídeos sobre maltrato animal, pero aprendí que cuando comparto mesa con comensales sensibles –que no le hacen asco a nada-, tengo que mirar para otro lado, porque de otra manera, las berenjenas que me prepara mi anfitriona con mucho respeto, pueden quedar regadas en un santiamén en el blanco mantel inmaculado.