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La magia de la publicidad y de la sociedad de consumo para bloquear el magnífico cerebro humano


La buena noticia para los preocupados padres de niños que rechazan la leche es que los disfraces están a la orden del día, circunstancia que garantiza para las empresas ganancias a perpetuidad. Nutricionistas y publicistas hicieron la amalgama perfecta para que todo aquello que resulta asqueroso entre por los ojos como bonita novedad. Para tal fin, hace tiempo que han salido al mercado nuevas presentaciones de leche con variados sabores a frutas que la hacen más fácil de beber y por sobre todas las cosas, "más divertida". Si el sabor a fruta no fuera tan sugestivo, los envoltorios jugarán su rol lapidario para desestimar esa tenaz negativa a consumir el fluido vacuno. A tales efectos, las cajas con cereales contienen historias, héroes, juguetes, sorpresas, además de "toneladas" de azúcar refinado, lo que en definitiva distraerá la mente del pequeño. Estos enormes consorcios aprovechan para manejar con maestría el dato que con referencia a este tema puntual, el raciocinio de los adultos se mantiene fuera de servicio.



Siempre me pregunté qué necesidad hay de agregarle tanto ingrediente a un alimento para promocionarlo. No lo veo con las zanahorias ni con las uvas. Además de las canciones perniciosas con las que se cría a los niños, están los coloridos envases y los alegres nombres de comercios que venden productos de origen animal: todas estrategias comerciales para potenciar la venta.


Un efecto publicitario que resulta más que efectivo es humanizar las caras de vacas y pollos con sonrisas de oreja a oreja, como si estuvieran felices de servir con su carne y su leche a que los humanos calmemos nuestra hambre. ¡Eso sí que es altruismo! Mataderos, parrilladas, avícolas, fabricantes de productos lácteos y lanerías tomaron como leitmotiv esa forma de idear logotipos con rostros felices, ocultando de manera astuta y fría vidas miserables y una oda a la tortura. La efectividad de esta grosera distorsión de la realidad queda patente cuando la vecina acude al supermercado e interpreta comida en lugar de sufrimiento. Vemos esa dulce sonrisa y quedamos empaquetados -y sin posibilidad de reacción mental- ante la fantástica presentación del producto. Pese a que la muerte está a simple vista, nos empecinamos en ver solamente nuestra comida. El asunto de la leche es más sutil, porque si no vemos muerte en una pechuga de pollo o en un jamón ahumado, menos vamos a ver tortura y sufrimiento en una botella con una simpática vaca sonriéndonos.


Para estimular a los niños a que consuman productos de origen animal, hay que darles diversión: un payaso multicolor en la puerta del comercio regalando globos pudiera ser una propuesta interesante. ¿Debería patentar la idea o alguien me habrá ganado de mano? ¿Qué decir si además de tanta pomposidad tienen preparado para su hijo todo el pedido en una alegre caja de cartón con regalos incluidos? ¡Bonita manera de disfrazar la muerte! Se me ocurre que si dotamos la sala del restaurante con toboganes, columpios, bolas de goma, estaríamos ante una estrategia sublime para atraer a los clientes más jóvenes.


El asunto de la leche es más complicado que el del tabaco, pues desde los albores mismos de la historia comienza la trama. El versículo 3:8 del libro Éxodo de la Sagrada Biblia dice lo siguiente: "Así que he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los jebuseos". Cuando se conceptúa la tierra de Israel como de la que fluye "leche y miel", se interpreta como saludable, benéfica, productiva y por sobre todas las cosas, fértil. Se entiende por "leche" que los animales domésticos son prolíficos y "miel", el jugo de los dátiles. La idea es dar a entender que la tierra es abundante tanto en su producción animal como vegetal.


Deuteronomio 6:3 dice lo siguiente: "Escucha, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien y seas multiplicado grandemente en la tierra que mana leche y miel, como te ha prometido el Eterno Elokim de tus padres." En este caso, se interpreta que "leche y miel" serán los beneficios que se obtendrán por cumplir los mandamientos divinos. La leche y la miel se mencionan veinte veces en la Biblia. Ese era el plan de Dios para una tierra que en aquel entonces era estéril.


Como hemos visto, la industria láctea puede distenderse en un sofá y reposar plácidamente, pues sus productos están bendecidos nada más ni nada menos que por la fuerza celestial omnipresente. ¿Quién puede llevarle la contra a semejante mensaje? Se sabe que dichos industriales parten de una balanza comercial más que próspera porque Dios, los adultos y los maestros van por la misma dirección.

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