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¿Volverá a repetirse la historia?



Título apocalíptico, ¿verdad? Evidentemente los acontecimientos históricos y la lógica con los que estos deben estudiarse nos muestran a las claras que hay muchos puntos en común entre la Alemania nazi y el gobierno estadounidense de Donald Trump.


Cuando era adolescente, infinidad de veces exigí respuesta de mis mayores: ¿cómo pudo suceder aquella locura desata por la Alemania nazi? Al haber visto decenas de películas y leído muchísimos libros al respecto, de a poco fui entendiendo y asimilando las razones por las cuales se llevó a cabo semejante atrocidad en pleno siglo XX, y que la misma se haya ejecutado en el país más culto de Europa, la “crème de la crème” -parafraseando al historiador racista francés Arthur de Gobineau-.

El primer gran nexo que hay entre un régimen y otro es el eslogan grandilocuente que gusta y moviliza a la caterva: la recuperación de la grandeza. ¿Qué mejor que tu presidente, tu líder te acaricie con el mensaje de que formas parte del mejor país del mundo, del más poderoso? Hace noventa años el pueblo alemán aprendía a mirar con embeleso al “guía espiritual” que les enseñó a fantasear y a creer que formaban parte de la raza superior. La parafernalia nazi vendió el paquete y los altivos ciudadanos lo compraron sin mirar el precio a pagar: “Deutschland Über Alles” (Alemania por encima de todo).


Donald Trump –inspirándose quizás en dicho mensaje- vendió un eslogan con la misma idea supremacista: “Make America Great Again” (Hacer que los Estados Unidos sean grandiosos nuevamente). La única diferencia que yo encuentro entre uno y otro es que mientras el Führer tuvo muchos años para descansar en la República Argentina del “estrés” que le provocó sus delirios belicistas y Europa jamás terminará de enterrar a sus muertos, los Estados Unidos por ahora enterraron “solamente” doscientas cincuenta mil almas, pregonando su presidente que sin “sus buenos oficios” los muertos se contarían por millones.


Otro punto en común es la propaganda. El ministro alemán de dicha cartera, Joseph Göbbels, dejó el peligroso legado que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. ¿Qué mejor ejemplo que estando el “Reich” en llamas y la “Wehrmacht” retrocediendo en todos los frentes, aún lograba que amplios sectores del pueblo pensara que la victoria era posible? Trump hizo sus intentos y los resultados fueron extremadamente auspiciosos. En primer lugar, sugirió a su ciudadanía que bebiera desinfectante para combatir el Coronavirus con el resultado de cien personas intoxicadas. Como la prensa se le echó encima, el presidente intentó salir airoso asegurando de que se había tratado de “un sarcasmo”.

Después de aconsejar semejante barbaridad y que la ciudadanía pusiera en práctica las sugerencias de su estadista, Trump se animó a mucho más y terminó convenciendo a casi la mitad del electorado de que el triunfo de Biden traería aparejado un nuevo tiempo para los Estados Unidos con un “leve” cambio en su pabellón nacional: en lugar de las cincuenta estrellas se colocarían una hoz y un martillo. A tales efectos, hasta los hijos del mandatario salieron a abrir sus bocazas ante el gran público –que no hesito en vitorear a la dinastía-.

Lo último es lo que está sucediendo en estos días: el “fraude”. Personas llegadas desde diferentes puntos del país se manifestaron al grito de “¡Cuatro años más!” y denunciando las elecciones “amañadas”. El presidente los saludó cuando salió de la Casa Blanca para ir a jugar golf mientras sus “fans” se orinaban de la emoción. Cuesta creer que sin que exista evidencia ninguna del mentado fraude la gente salga a las calles a desgañitarse contra las "artimañas" demócratas.

Para concluir, el punto más común entre Hitler y Trump es que con casi un siglo de diferencia, ambos plenipotenciarios entendieron que lo más fácil es encender la cerilla y dar origen a la fogata: la ciudadanía hace su parte encargándose de alimentarla con leña y combustible. Lo que no supieron entender fueron las consecuencias que esa simple cerilla puede ocasionar.


Como todo artículo de mi autoría está relacionado con el veganismo, no me cuesta colegir la idea que quizás Trump tenga las cosas claras para implementar sus inquietantes propósitos. ¡Si estarán fuera de foco los americanos que en lugar de preocuparse y hacerse cargo de los cincuenta millones de pavos que habrán de faenar para el día de acción de gracias, de lo único que hablan es de no reunirse esa jornada para evitar que se potencien nuevos casos de coronavirus!


A pesar de todas sus calamidades, los americanos no se sienten a la deriva. Sus bien fundadas esperanzas están puestas en la vacuna de la empresa Pfizer y la lógica del razonamiento los ampara, pues con un afamado medicamento anterior, la farmacéutica hizo lo que nadie pudo hasta ahora: revivir a los muertos.


Alejandro Goldstein

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