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LA PUNTA DEL ICEBERG



No alcanza con decir que gracias a mi abstinencia de consumir animales se salvarán dieciocho o veinte vidas en el correr del año. La idea no pasa por querer convencerte por medio de recetas de cocina -entre otras banalidades-; pasa por difundir una idea, un sentimiento al que todo el mundo le da la espalda, que nadie quiere escuchar, ver ni respetar. La ardua tarea del vegano consiste -a pesar de tus burlas y tus cerradas negativas- en continuar machacando tu cerebro blindado, en tratar de instalar en tu memoria un nuevo chip que te permita ver la vida desde otra perspectiva.


La sociedad de consumo, los medios de comunicación y las religiones monoteístas, instalaron candados de alta seguridad en tu cerebro para que no pienses. Te adoctrinaron para seguir a la manada y "bulear" a todo aquel que se aparte del "camino". Hacer cosas diferentes a la que todo el mundo hace, te convierte en conspirador, en personaje peligroso y despreciable, en "revolucionario".


Los veganos tenemos la férrea esperanza que de tanto utilizar el formón y el martillo en tu cabeza dura y compacta como roble, se tiene que abrir una brecha para que tu verdadera naturaleza aflore. El veganismo está ahí, pero a los grandes capitales no les conviene que te enteres de la verdad. Lo que emerge a la superficie es la punta del iceberg que te mantiene maniatado y enfermo; el resto, la verdad, está ahogada por debajo del agua.


Así como la especie humana se siente agobiada y asfixiada, exactamente lo mismo sucede con el planeta. Ambos estamos en terapia intensiva: el planeta por el cambio climático, las permanentes pestes y la dramática extinción de especies; nosotros trabajando frenéticamente para comprar el ansiado Iphone o deseando beber aquella Coca Cola que nos traerá la quimérica y efímera felicidad.


No es fácil que destierres esa frase hueca y sin sentido que te impusieron de niño de que "toda la vida lo hemos hecho así", y que por esa simple razón sea aceptada por toda la sociedad; viene naciendo otra más comprometedora que te dice que "el cambio es lo permanente y que debes asumirlo con responsabilidad y alegría". La única manera de que lo logres es sacándote las anteojeras.


Alejandro Goldstein



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