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De cuando me dio vértigo asomarme al abismo de tanta ignorancia



Los uruguayos nos caracterizamos por incluir en nuestro lenguaje coloquial expresiones emparentadas con el deporte más popular del mundo: el fútbol. No nos resulta raro que una mujer -que no tiene idea y no gusta de ese deporte- se exprese con frases ininteligibles para otras latitudes latinoamericanas, a pesar de que Gloria insista: "¡hablemos el mismo idioma!" Es común escuchar en cualquier ámbito de la sociedad uruguaya que se dé inicio a una actividad con un "puntapié inicial''. Quiero imaginar que un nicaragüense no estaría del todo feliz si el inicio de sus actividades fuera celebrado con una patada en los fundillos. Pues bien, siguiendo con el lenguaje arrabalero de mi región, un día como el de hoy, pero del año 2017, el Ministerio de Salud de la República de Panamá, "conmovido y ultrajado" por una pancarta de Peta Latino publicada en todos los confines de la capital "salió con los tapones de punta", ergo, a defenestrar con "sesudos" comentarios y una atildada prosa los criterios "impúdicos" de la prestigiosa organización que defiende a los animales.


Poniéndose en la misma línea ignorante de la humanidad -en la cual se equiparan maestros, literatos, presidentes, encumbrados médicos, "especialistas" en nutrición, madres y abuelas- el Ministerio de Salud aplicó el oportuno y visionario pensamiento de Grace Murray Hopper: “la frase más peligrosa es siempre lo hemos hecho así". Ahí se los veía a los panameños frente a la foto de la hermosa niña -que a pesar de su corta edad ya comenzaba a padecer los efectos devastadores de la obesidad- rascándose la cabeza como diciendo: "¿y esta vaina?". Es entendible la reacción de desconcierto, pues ellos -al igual que casi todos- fueron convencidos desde la más tierna infancia de una verdad irrefutable equiparable solo con la esfericidad de la Tierra. "¿Cómo va a ser que los malditos veganos digan que la carne y la leche son veneno si aportan proteínas y calcio "fundamentales" para la salud y el crecimiento de nuestros niños?", era la reflexión consensuada.


El poder de la sentencia de Murray Hopper es inconmensurable; posee un efecto anestésico y no hace otra cosa que socavar todo intento de insurrección intelectual. Nunca antes en la historia nuestra mente se había visto tan brutalmente avasallada. Estamos distraídos, nos han robado la conciencia y definitivamente hemos bajado la guardia. Le regalamos el poder a las empresas de publicidad para que gobiernen nuestra psiquis, y ¡vaya si lo han logrado! A tal punto esto es así, que cuando hace unos años comencé a difundir estas reflexiones "antisistema", muchos amigos me solicitaron muy respetuosamente que no les mandara más material alusivo al respeto de los animales. Uno de ellos me dijo textualmente: “a mi edad (cincuenta años) no estoy para que me estén lavando el cerebro”. Tuve que reunirme con mi mujer y mi hija para debatir si le respondía o no. Ganaron las mujeres, pero la respuesta estaba en la tapa del libro y servida en bandeja de plata: “los veganos no lavamos cerebros, solo tratamos de enjuagarlos de tanta basura acumulada a lo largo de los años”. No es casualidad que "conspicuos" profesionales de diversas disciplinas salgan en defensa del consumo de animales y la mejor estrategia es mediante un furibundo ataque. En tal sentido, el renombrado (y malogrado) chef estadounidense Anthony Bourdain supo afirmar que "los veganos son enemigos de todo lo bueno y decente del espíritu humano".


Los dejo con unos versos del poeta mexicano Gabino Palomares sacados un poco de contexto:


"Oh, maldición de Malinche,

enfermedad del presente

¿Cuándo dejarás mi tierra?

¿Cuándo harás libre a mi gente?"


Alejandro Goldstein







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