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Cuando las verdades molestan...


Los otros días cometí la "osadía" de subir un trabajo artístico fantástico de un activista vegano. Gabriel García Márquez sentía una profunda admiración por José Luis Perales, debido a que el afamado cantautor podía resumir en una canción de tres minutos lo que a él le llevaba ríos de tinta. A mi me pasa algo similar con el artista -que desconozco el nombre- de ese trabajo que sacude las fibras más íntimas de los que se alimentan de carroña. Tengo absolutamente claro que nadie lee lo que yo escribo y que lo único que cosechó con mis verdades son "likes negativos" -parafraseando a mi hermano menor-. Ese poder de síntesis que "ofende" a las masas -que escudan sus actos reñidos con la moral y las buenas costumbres con el enunciado más peligroso en la historia de la humanidad: "toda la vida lo hemos hecho así"-, me cautivó profundamente.


Inmediatamente comenzaron a aparecer amigos de toda una vida que criticaron -en forma privada- "cómo pude haber subido algo tan desagradable a las redes". A tales efectos, es menester hacer algunas puntualizaciones:


1. La única foto que existe es la de abajo; la de arriba es fruto de la imaginación del artista, en la vida real no existe -afortunadamente-.


2. Nadie criticó la foto de abajo porque forma parte de la "cultura gastronómica" de la mayoría de la gente y como decimos en el Río de la Plata: "la comida es la comida y con ella no se jode".


3. Interpretando al artista, lo que él busca es la utopía de posicionar en el mismo peldaño a humanos y animales; en otras palabras que no haya subordinación, sangre y esclavitud, y el mensaje claro y contundente que todos tenemos derecho a coexistir en el planeta.


4. Los veganos no comen a ninguna de las dos criaturas que aparecen en la "comparación" por eso no se sienten aludidos y por consiguiente no se hacen los ofendidos; entienden perfectamente cuál es el espíritu de la iniciativa.


5. El mensaje no incita a que comamos humanos sino a la reflexión de que debemos dejar de comer animales.


6. Permanentemente veo que amigos míos hablan maravillas del sabor que tienen los cadáveres de animales y las "delicatessen" que producen con sus secreciones mamarias y yo me guardo mis comentarios en el bolsillo chico del pantalón. No veo por qué al publicar un interesante trabajo -que lo único que busca es despertar a la humanidad de su infinito letargo- salten como resortes. ¿Qué derecho les asiste? ¿La historia de la humanidad? Decía Mahatma Gandhi: “mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca te disculpes por ser correcto, o por estar años por delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. Incluso si eres una minoría de uno solo, la verdad sigue siendo la verdad.”


Como la gente está "trastornada" por el "confinamiento" que viven en sus casas, las pasiones afloran por doquier. Ojalá que esta peste -que está afectando más que nada a los países ricos-, ayude a reflexionar que hay una pandemia que mata más gente y que se la conoce con el lejano nombre de hambruna. El gran problema es que los humanos que padecen este "virus" -más antiguo que la mentira- son pobres y de color negro y esa amalgama de "virtudes" son más que suficientes como para que el mundo occidental no repare en ellos.


A propósito, el filósofo judío de origen alemán, Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno, desnudó de manera sublime nuestra peligrosa complacencia y pasividad con el statu quo que nos asfixia sin que nos demos cuenta: “Auschwitz empieza donde quiera que alguien mira un matadero y piensa: sólo son animales”.


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