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El permanente debate acerca de la "interrupción" del embarazo


Decía el pensador irlandés Edmund Burke: "Para que el mal triunfe basta con que los hombres de bien no hagan nada". El concepto que encierra esta eminente frase, sumado al manejo equivocado que damos a nuestra materia gris, se amalgaman creando el ambiente sólido y próspero para que se sucedan las tragedias del género humano. Prueba de ello es uno de los mandatos del Decálogo: "No matarás". No hay que ser muy observador para darnos cuenta que lo único que hacemos a lo largo de nuestras vidas es rendir tributo a la muerte: matar por placer, por deporte, para alimentarnos, matar por matar. El crimen en todas sus versiones está en nuestras vidas y lo tomamos como la cosa más natural del mundo, porque así nos lo han enseñado.


El asunto se torna peligroso cuando mediante una perífrasis se quiere camuflar un crimen, encubrir un verdadero asesinato. La ley de "interrupción del embarazo" que se debate en todas las latitudes -y que incluso puede determinar el resultado de una elección presidencial-, no sé por qué, pero me hace recordar el título de una película de James Bond: "Licencia para matar". ¡Qué triste es constatar la evidencia de que los humanos resolvemos todas nuestras disputas a los tiros! La esperanza de un mundo mejor se diluye y desvanece cuando creemos que mediante el asesinato y la violencia solucionaremos todos nuestros problemas. A propósito, aquel viejo adagio español que se aplica a nuestro “mejor amigo”, pero que en realidad abarca a todos los animales –incluidos los de la especie humana-: “muerto el perro se acabó la rabia”. Hay una serie terrible de expresiones eufemísticas que explican esta insanía de matar por matar: rifle sanitario, aborto, control de plagas, etc.

Mi vuelco hacia el veganismo, me lleva de manera unidireccional al postulado de que siempre hay que dar una oportunidad a la vida. Esta cosmovisión -que hermana a los animales con los seres humanos- me conduce a calificar de la misma manera los crímenes que comete la especie humana contra sí misma con aquellos que perpetra contra los más indefensos, los animales. En tal sentido, el aborto y el rifle sanitario corresponden a la misma cara de la moneda. El humano “normal” -que se deleita con carne y lácteos- preguntará con indignación: ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? La respuesta es que desde la perspectiva vegana se trata del mismo crimen, con la única salvedad de que uno está maquillado por el potente aparato que lava cerebros, llamado sociedad de consumo.


Los médicos tienen su código deontológico en el Juramento Hipocrático, nunca tan avasallado, mancillado y vilipendiado que como en nuestra época contemporánea. ¿Quiénes sino médicos se encargan de extirpar los órganos vitales a los niños secuestrados y desaparecidos en el mundo para darles vida a pacientes adinerados? ¿Acaso no es un galeno el que practica los abortos en clínicas clandestinas a cambio de dinero? La necesidad de algunos médicos de tener una vida material más holgada —que muchas veces se transforma en codicia—, hace que se abandonen definitivamente los valores morales y altruistas. Con hacerse un “paseo” por “La Ciudadela” del novelista escocés Archibald J. Cronin, el lector podrá entenderlo mucho mejor.


Mediante una intervención rápida y sencilla, el profesional que abrazó con amor la noble causa de salvar vidas humanas, “interrumpe” la gestación de una vida, incrementando así sus pingües ganancias. De esa misma forma, mediante prácticas reñidas con lo moral, sometiendo permanentemente a indefensos “pacientes” a torturas, vejámenes e intervenciones quirúrgicas por simple tradición y capricho de nuestra especie, el veterinario desarrolla esta labor con alegría, sin atisbos de remordimientos y por lo cual cobra muy buen dinero. Vayan como pequeños ejemplos el rabo y las orejas de los Doberman y las torturas a los caballos de carreras para que sean deportistas de élite.


La única verdad es que todos los veterinarios deberían ser veganos; no se puede rechazar la tauromaquia y comer carne de vaca al mismo tiempo. El veganismo es frontal y no reconoce dentro de su cosmovisión la palabra eufemismo; aplica a rajatabla una frase atribuida a Albert Einstein: "si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre".


Que los veterinarios se coman a los que deberían ser sus pacientes y que los médicos no le otorguen la oportunidad de vivir a una persona que quizás sea en el futuro un astronauta espacial o un virtuoso violinista no deja de ser una realidad irrefutable, a pesar de la reprobación facilista del vulgo: “¡nada qué ver!” Acallando una vida que se gesta dentro del vientre materno, también se le está negando a un matrimonio la adopción de dicha criatura. Es privativo de la especie humana que una madre pueda elucubrar en su mente pérfida la posibilidad de matar a su hijo. La dolorosa realidad nos agobia cuando constatamos que los veterinarios comen carne por placer y los médicos practican abortos a cambios de dinero.

Sería fantástico que, así como la humanidad certifica la muerte clínica de una persona cuando su corazón deja de funcionar, que también certificara que hay vida cuando un corazón empieza a latir. Que esté dentro o fuera del vientre materno no deja de ser un detalle menor que tiene que ver mucho con leyes pero nada con la naturaleza. Como vegano y defensor de la vida de los más vulnerables, de los más inocentes, estoy en contra del asesinato de aquellos que no pidieron nacer y que son sentenciados a una muerte prematura.

¿Que el hijo esté dentro del vientre materno otorga el derecho a la madre a decir que como forma parte de su cuerpo puede hacer con él o que se le antoje?


Cuando tengas una noche lujuriosa de pasión, recuerda llevar en tu cartera un condón. Haz la cuenta y te darás cuenta que es mucho más barato e inteligente que cargar con un embarazo no deseado o una vida acompañada del VIH.


Dentro de las propiedades fantásticas que tiene la zanahoria, encontramos que es rica en potasio y fósforo, excelente vigorizante para mentes cansadas y restauradora de nervios, fortalece las uñas y el cabello, al que aporta brillo. Las células madre de la zanahoria son ricas en betacaroteno, también llamado provitamina A, que en el organismo se transforma en retinol o Vitamina A. Por todo ello, la Organización Mundial de la Salud recomienda su consumo. Otra propiedad fabulosa es que controla de manera eficaz la fiebre uterina. Su uso evita muertes, asesinatos, enfermedades, grandes dolores de cabeza y un control efectivo de la natalidad.


Todo no se puede en esta vida, así que si quieres placer, es muy probable que el mismo venga con un bonito obsequio. ¡Naturaleza pura que le llaman! Ya cometiste un error; ¿vas a cometer dos? ¡Dale una oportunidad a la vida!


Alejandro Goldstein




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