top of page

La carne es cosa de machos y la "lechuguita" para los gays...


¿Qué flaco que te ves, realmente te sientes bien? ¿Te estás alimentando bien? ¿Cómo sustituyes la proteína? ¿Cómo haces con el calcio si no bebes lácteos? ¿A ti te parece que comiendo “lechuguita” tu organismo va a incorporar todos los nutrientes? ¡Debes beber leche para estar sano y fuerte! ¡La carne es cosa de machos y las “ensaladitas,” de gays! Yo como carne porque es un regalo de Dios y porque estamos en la cima de la pirámide de la cadena alimenticia. ¡Ser vegano es caro!


Juan Pueblo


Cuando me impuse la ardua tarea de “vender” el veganismo, sabía que me iba a encontrar con piedras en el camino, pues me parecía que debía ser harto difícil cambiar una realidad impuesta por una milenaria tradición y varios Everest de dinero en publicidad. La verdad es que me quedé corto: nunca fueron piedras, sino cascotes, rocas inamovibles. La Real Academia Española debería actualizar ciertas definiciones caducas, que ya no forman parte de nuestra realidad trepidante. Según el diccionario de la citada institución, se define “extremismo” como “la tendencia a adoptar ideas extremas, especialmente en política”. Con suma humildad, yo actualizaría la definición de “extremista” de la siguiente manera: “persona resistida y considerada tóxica por el grueso de la humanidad por tratar de crear conciencia en aras de implementar cualquier tipo de cambio que establezca la absurda y peligrosa idea de modificar ciertos dogmas e inamovibles zonas de confort”.


La palabra vegano incomoda, es un abrojo en el calcetín de la sociedad moderna, pues trata de imponer una catarata interminable de nuevos postulados con los que la sociedad no se siente a gusto. Importará poco y nada si estos cambios traerán aparejados sustanciales beneficios a todo nivel.


Permanentemente soy criticado por adherentes y detractores de la causa, porque los medios poco ortodoxos -que según ellos yo implemento para imponer una verdad irrefutable-, van directo al punto, sin maquillajes ni filtros, lo que la torna "agresiva" y, por ende, "extremista" –como vimos en el parágrafo anterior-.


No por casualidad surgió con notable aceptación la palabra “veganazi”, para designar la “intolerancia, soberbia y fundamentalismo” de estos energúmenos especímenes que no buscan otra cosa que echar por la borda todos los “avances” que logró la especie superior a lo largo de la historia.


¿Cómo se hace para luchar contra este statu quo tan viejo como el tiempo? Indudablemente hay que tener una capacidad de inventiva abundantemente fértil para sortear el obstáculo de la desidia, la apatía de un mundo que vive bajo los principios inalienables del adagio "ojos que no ven corazón que no siente" y de la peligrosa frase de la humanidad que nunca pasa de moda: "toda la vida lo hemos hecho así”.


Decía Goerge Orwel: "en una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario". El veganismo es frontal y no reconoce dentro de su cosmovisión la palabra eufemismo; aplica a rajatabla una frase atribuida a Albert Einstein: "si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre".


Después de estar varios años batallando contra esta indiferencia galopante, llegué a la conclusión que la gente se blinda ante la crudeza de las imágenes que los veganos publicamos. A propósito, dijo el actor James Cromwell – que protagonizó la película del cerdito Babe y que, además, es un reconocido activista por los derechos de los animales- una frase muy interesante: “si usted siente que hay una necesidad urgente de que la gente entienda la cultura en la que vive y su costo respecto de otros seres vivos, entonces usted necesita sacudirlos; tiene que mostrarles las cosas que no quieren ver, porque siento que un enfoque más sutil no es eficaz”.


¿Será por todos estos motivos que las maestras no llevan a sus alumnos a los "plantas de producción" (o campos de trabajos forzados y exterminio, sin eufemismos) para que los inocentes niños conozcan el amor con el que se fabrican sus "alimentos"?

Hay dos maneras de “vender” el veganismo: la primera es frontal, a la cual se entra de manera directa a la violencia explícita de los mataderos, en donde no existen las flores ni las palabras de amor. La segunda, a través de documentales que –si el espectador tuviera la voluntad de verlos hasta el final, sin apasionamientos-, podría manejar aquella remota posibilidad de que mitos tan antiguos como la mentira se desplomaran como castillos de naipes.


Hace una semana publiqué un documental llamado “Dominion” que desnuda los horripilantes mataderos y toda la industria que promueve el consumo de productos de origen animal. De acuerdo con las repercusiones que recibí mi iniciativa fue coronada con un rotundo fracaso, pues absolutamente nadie me hizo llegar ningún tipo de opinión.

El vídeo que te propongo en esta oportunidad (Cambio radical / Netflix), no tiene ni un solo segundo de maltrato animal, por lo que podría ser “apto” para tu marcada sensibilidad. Allí descubrirás con estupor que la comida de los veganos no requiere de ningún suplemento y ninguna proteína adicional a las que ya posee. En otras palabras, es absolutamente completa. Después de ver el vídeo llegarás a la conclusión que tiene mucho sentido que si los vegetarianos son los animales más fuertes del reino, un vegano sea el más fuerte de los humanos y será el momento propicio para que erradiques de tu intelecto y de tu bocaza las frases vacuas y carentes de sentido que aparecen al comienzo del presente artículo y que te encanta repetir como un lorito.


Conclusión: nada necesitas del reino animal, así que vive y deja vivir.



https://www.netflix.com/pa/title/81157840?tctx=0%2C0%2C9d38b069ef96a5947f46578f0d4ad9b9372be532%3A04a06dd3c118e55fac200da5329a454d8f3d2076%2C%2C&trackId=13752289






Entradas destacadas
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page