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Mami: ¿me compras yogur con bifidus?



Solo un enajenado mental o alguien con ganas de chocar de frente contra una locomotora a doscientos kilómetros por hora, podrá tener el coraje de poner un manto de duda sobre el concepto que la leche de vaca es fuente de calcio necesaria para el crecimiento correcto, así como para la salud de huesos y dientes. Tampoco se pondrá en tela de juicio que proporciona minerales como fósforo, yodo, potasio, magnesio y zinc, además de vitaminas a y d. En el mercado podemos encontrar algunos de los siguientes tipos de leche: entera (es decir, en su estado natural, sin elementos agregados o eliminados), semidescremada, descremada, deslactosada, omega 3, enriquecida con calcio, evaporada, condensada, etc. Si a este fastuoso repertorio agregamos los yogures y quesos, la propuesta es más que fecunda -además de desconcertante, pues a veces no se sabe qué elegir-.


Los argumentos irreprochables del informe de Harvard –que destacan a la leche de vaca como veneno letal para la especie humana- estarán sentenciados a muerte cuando el consumidor decida incluir el trillado: "lo dice la televisión". De esa manera, ese mágico medio de comunicación, sumado al cerebro fácilmente maleable de las masas y a la falta de escrúpulos de parte de los grandes capitales, hace de esta una industria robusta y líder en los mercados. Lo que duele y realmente preocupa es que se juega con la salud de la población, pues este ardid es sobre la base de nuestra alimentación y sobre todo, la de nuestros niños.


Por lo tanto, debo inferir que así como en su momento aparecieron los cigarrillos light y ultra light para que la gente siguiera consumiendo sin riesgos aparentes para su salud, de la misma manera aparecieron los quesos y yogures light -siempre con un guarismo indicando el porcentaje de grasa en el pote-. La estafa radica en que nos venden un producto para cada necesidad, cuando a la larga todos perjudican de igual manera. A pesar de todas estas propuestas bajas en grasa, las ballenas humanas pululan en las grandes urbes y seguramente encontrarán explicación a su desproporcionado peso corporal en problemas metabólicos o genéticos. Nunca la causa de infartos, colesterol y otras enfermedades podrá estar relacionada con la leche o la carne; tan embrutecidos estamos que hasta los propios médicos las recomiendan.

La buena noticia para los preocupados padres de niños que rechazan la leche es que los disfraces están a la orden del día, circunstancia que garantiza para las empresas ganancias a perpetuidad. Nutricionistas y publicistas hicieron la amalgama perfecta para que todo aquello que resulta asqueroso entre por los ojos como bonita novedad. Para tal fin, hace tiempo que han salido al mercado nuevas presentaciones de leche con variados sabores a frutas que la hacen más fácil de beber y por sobre todas las cosas, "más divertida". Si el sabor a fruta no fuera tan sugestivo, los envoltorios jugarán su rol lapidario para desestimar esa tenaz negativa a consumir el fluido vacuno. A tales efectos, las cajas con cereales contienen historias, héroes, juguetes, sorpresas, además de "toneladas" de azúcar refinado, lo que en definitiva distraerá la mente del pequeño. Estos enormes consorcios aprovechan para manejar con maestría el dato que con referencia a este tema puntual, el raciocinio de los adultos se mantiene fuera de servicio.

Siempre me pregunté qué necesidad hay de agregarle tanto ingrediente a un alimento para promocionarlo. No lo veo con las zanahorias ni con las uvas. Quiero imaginar que ahora con la aparición “triunfante” del yogurt con “Bifidus” (¿o bidifus?, ya no me acuerdo…) los veganos la tenemos difícil. Ya estoy imaginando la escena de dos jóvenes madres dialogando frente a las góndolas del fluido mamario vacuno en el supermercado. Una le pregunta a la otra: -¿Viste que salió al mercado el yogurt con Bifidus? La repuesta de su interlocutora era más que predecible: -Sí, yo lo voy a comprar. ¡El nombre está bueno; debe tener muchas vitaminas!


Lo queda absolutamente claro es que nadie va a verificar que es Bifidus. La gran ventaja que tiene la industria láctea es que los ministerios de salud de los gobiernos jamás la sentarán en el banquillo de los acusados por información fraudulenta.



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