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Veganos y carnívoros: ¿enemigos irreconciliables?


No deja de ser una necedad expresar que el pensamiento vegano está en las antípodas de la "lógica" del resto de la humanidad. Quizás se pueda ejemplificar mejor comparándolo con uno de los hitos más cruciales en la historia de la humanidad: el Descubrimiento de América. Cuando Cristóbal Colón trabó contacto con los habitantes del Nuevo Mundo, no había entre ambas partes absolutamente nada en común, excepto la pertenencia a la misma especie. Pues bien, ese encuentro de dos mundos se repite quinientos años después con los veganos -que tratan de "imponer" al mundo una nueva filosofía de vida- y el resto de la humanidad -que vive fiel al postulado inflexible de "que toda la vida lo hemos hecho así"-.


Frases del siguiente tenor rechinan en los oídos veganos: "admiro tu fuerza de voluntad, pero yo no podría vivir sin productos como carne, lácteos y huevos; es superior a mí y moriría sin me los quitaran".


Hay una ilustración en Internet que ejemplifica muy bien cómo estos dos bandos antagonistas están en las antípodas desde el punto de vista mental. Un orador le pregunta a la masa: "¿Quién de aquí ama a los animales?" Simultáneamente todos levantan su mano y al unísono gritan con fervor: ¡¡yooooooo!! Para todo el mundo dicha pregunta no deja de ser una tontería, pues su respuesta tiene el tinte de la obviedad: ¿quién no ama a los animales? La pregunta concatenada que cala hondo en el público es: ¿quién quiere hacerse vegano? La respuesta, obvia también, sabe a silencio sepulcral, encogimiento de hombros y mirada hacia el piso, en clara señal de vergüenza.


La inferencia inmediata es que para el grueso de la gente el concepto de animales se circunscribe para el selecto círculo integrado exclusivamente por perros y gatos; la amplia mayoría restante es considerada lisa y llanamente comida. Para apoyar dicha estructura mental y no caer en la ridícula disonancia cognitiva ni en arrepentimientos baratos, viene de perlas la generosa contribución de las grandes religiones monoteístas: "Dios los puso en nuestro camino para que los comamos" o "al comerlos estamos elevando al animal". Podría entender el primer enunciado, pero el segundo, juro por los Santos Sacramentos que mi precaria mente no llega a tan lejos.


Tanta es la irracionalidad, tanto es el odio a lo nuevo, a lo desconocido, que la posición vegana es permanentemente vilipendiada, combatida sin argumentos, simplemente porque se sale del camino trazado por mamá, la abuela, Dios y sus infinitos clubes de fans.


Evidentemente el cerebro de los veganos recorre otros caminos; senderos vírgenes que todavía no despiertan interés en la especie humana. Al vegano se lo persigue implacablemente, pues el cerebro del hombre no se lleva muy bien con la palabra cambio y si este se diera, debería implementarse en forma paulatina. Es considerada una especie de ignominia que si toda la vida comí chocolate, de buenas a primeras me dé asco. Platón lo explicó de manera fantástica en su "Alegoría de la caverna".


Honrar la vida de los animales para la gente no deja de ser una excentricidad que se pierde entre el romanticismo y la locura: "Dios todo misericordioso nos bendijo con la presencia de los animales, pues ellos son los que nos proveen de las proteínas que nos mantienen saludables". Intentar dignificar la vida de estos terrícolas avasallados, vapuleados y horneados, es tomado como una herejía, una afrenta a la divinidad: "¿quién eres tú para decir que es un crimen y una equivocación comer animales, si las Sagradas Escrituras lo avalan?". El gran pecado del vegano es pretender modificar las arcaicas estructuras sociales que nos mantienen rehenes de la sociedad de consumo y maniatados ante las "leyes" del mundo globalizado. Nos compraron el cerebro, haciéndonos creer que lo que aporta el reino animal es fundamental para que nos mantengamos saludables. ¿Si somos tan saludables porque consumimos infinidades de remedios y vitaminas? La respuesta es clara y contundente: esos remedios son para contrarrestar algo que nos está enfermando. ¿De dónde provienen el noventa y nueve por ciento de las enfermedades? Indudablemente de lo que ingerimos; ¡matemática pura, si las hay!


¡Hoy fue un grandioso día! Al mediodía tuve el placer de encontrar en la fila del supermercado a una pareja vegana que hacía mucho tiempo no veía. Fueron bendecidos con la maternidad y allí estaba el hijo de ambos: ¡rozagante y lleno de salud! No le faltaban proteínas ni se lo veía desnutrido, todo lo contrario. La mamá me contaba que la familia de ambos les hizo la guerra por no dar al niño los nutrientes "necesarios y fundamentales" que recetan los pediatras. En resumidas cuentas, cuando alguien está documentado y domina a la perfección una temática, no hay manera de embaucarlo. El mundo se maneja por el miedo a lo desconocido y eso es explotado a la perfección por una camarilla que nos maneja a su albedrío, como títeres que contribuyen a su causa. Ese miedo paraliza los sentidos, mantiene cerrada la puerta a nuevos horizontes y encontrará a la persona haciendo las mismas cosas que los demás, solamente para generar esa aprobación "tan necesaria" en tiempos de bullyng galopante y despiadado.


Alguien que pudo zafar de esa desesperante monotonía y vida digitada por el director de orquesta de turno fue Truman. Protagonizado por Jim Carrey, "The Truman Show", el filme nos enseña que todos somos marionetas desde la cálida cuna hasta el frío féretro. No nos dan posibilidades para innovar y salirse del camino se paga con el ostracismo y hasta con la muerte.


Otra que se desvío del camino es la muchacha que contrae nupcias y llega al extremo de no invitar a ninguno de sus familiares, argumentando que estos son una especie de “banda de criminales” que asesinan a criaturas inocentes. Desde la perspectiva vegana se trata de una lógica irrefutable, pero, claro está, solamente desde la perspectiva vegana. Se necesita mucha convicción y demasiados ovarios para sostener tamaña decisión, pero esta se basa en que explicó hasta el hartazgo a sus familiares que comer animales no aporta nutrientes sino enfermedades, que no estamos fisiológicamente aptos para masticar y digerir cadáveres, que es un atentado a la ecología y al planeta y dos mil razones más, descritas en gran cantidad de libros y estudios sobre el tema.


Lo que está joven aún no logra entender es que ella si pudo romper la cadena de la esclavitud -al igual que Truman- mientras la humanidad sigue en las tinieblas de la caverna de Platón. Esa humanidad es la verdadera tiranía que desalienta el ingreso de nuevos vientos que logren expulsar la rancia contaminación mental de su creación más "perfecta" y que en lugar de dar a la naturaleza la chance de reparar el equilibrio ecológico, nos tiene maniatados y al borde del colapso.


¡Da el paso, ábrete a un mundo nuevo!, todavía estamos a tiempo porque si no se ha perdido todo, no se ha perdido nada.


https://www.abc.es/recreo/abci-criticas-novia-vegana-no-invitar-familiares-boda-comer-carne-201902091943_noticia.html



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