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La revolución más justa en la historia de la humanidad


De acuerdo con los parámetros culturales que pautan el diario vivir de este convulsionado mundo, el concepto de "revolución" está íntimamente ligado con la palabra violencia y el lenguaje de las balas. Pese a que las redes sociales se utiliza hasta el hartazgo -y con demasiada ligereza- la palabra "amor", la experiencia cotidiana nos enseña que lejos de amarnos, nos fascina discriminarnos. No podemos calificar esta peculiaridad como innata, pues nacemos puros, sin contaminantes de ningún tipo, y de a poco, a fuego lento, nuestros padres primero y nuestros maestros después, van moldeando y perfeccionando nuestra capacidad para odiar, segregar y temer. Entramos a la adultez con problemas insolubles y preconceptos arraigados de decenas de generaciones anteriores, que dan por tierra la mínima capacidad de autocrítica. A medida que crecemos, el arte de amar se desvanece, e incrementa el menosprecio, el egoísmo y el desdén. ¡Qué curioso que las esporádicas voces que luchan contra la intolerancia, el odio racial, la opresión y la esclavitud son sofocadas de forma violenta! No por casualidad la razón de la fuerza se llevó -muy temprano- a gente valiosa que pensaba diferente. Este mundo estructurado no permite raras avis como Abraham Lincoln, M. Luther King y Mahatma Gandhi. La revolución implica un cambio diametral y desde mi tribuna, me gusta definir al veganismo como "la revolución más justa en la historia de la humanidad". Siempre digo que el "cambio es lo permanente y hay que asumirlo con responsabilidad". También es cierto que a la gente le incomoda la palabra cambio; para la humanidad es sinónimo de epicentro de un gran terremoto. La gente todavía sigue creyendo en la frase más peligrosa de la historia: "toda la vida lo hemos hecho así", lo que a mi juicio se traduce como una especie de parálisis cerebral. Ahora, ¿cómo hace el vegano para tan siquiera entrar en la mente de un mundo estructurado, cuyas raíces son más fuertes y profundas que aquellos árboles milenarios que embellecen la geografía de California? Sin duda que se trata de todo un desafío. ¿Por qué? Simplemente porque la gente "sensible" no quiere ver, ni escuchar; con relación al veganismo la humanidad es ciega, sorda y muda. La capacidad de inventiva tiene que ser monumental para tratar de burlar aquella censura que tiene adoctrinados a aquellos que se auto consideran "buena gente". El mundo se divierte de manera irónica cuando el vegano llama a las cosas por su nombre: a manera de ejemplo, carne es sinónimo de "cadáver" y huevo, "menstruación de la gallina". Hacer honor a la verdad no es bienvenido y se paga con la carcajada burlona, el bullying y hasta el destierro. Mi experiencia personal me enseñó que después de estar años batallando en este tema -con un libro escrito y timoneando una página web-, que el cerebro de la humanidad está blindado y es prácticamente inexpugnable; ¡no hay por dónde entrar! Es triste reconocerlo, pero es la verdad. Pero también es verdad que siempre hay una rendija por dónde se pueda filtrar aquel haz de luz esperanzador que haga ver la realidad desde otra perspectiva. ¿Si a mí me sucedió por qué no le puede suceder a mi prójimo? Promover el veganismo es un intríngulis sin solución aparente, por lo que llevar adelante tamaña empresa requiere de la capacidad de inventiva propia de un experto de marketing y publicidad. De acuerdo con mi óptica, toda publicidad relacionada con artículos de origen animal es repugnante. El objetivo -cien por ciento logrado- es esconder y disfrazar tanto la muerte como el martirio. Sin embargo y con dolor en el alma, tengo que reconocer y sacarme el sombrero de que son maestros en su arte, pues son capaces de convencernos de que el jamón ahumado comienza a crecer en los árboles cuando llega la primavera. No tengo ninguna duda que mis amigos mantienen mi perfil oculto en las redes sociales, pues con los problemas de trabajo, infidelidades en la pareja y otras vicisitudes que se suscitan en el diario vivir, nadie tiene ganas de que un latoso esté "rompiendo la paciencia" con imágenes en tono rojo intenso que hablan de maltrato y brutalidad. ¡La gente quiere el salame y no le interesa saber su procedencia! Los vídeos no funcionan, los artículos extendidos, tampoco. ¿Entonces qué? Dicen que una imagen vale más que mil palabras. El vegano sabe que la lucha es cruel y es mucha -parafraseando a Discepolo- y por tanto se conforma con poco: "piano, piano si va lontano" -dicen los italianos-. Ese poco -que es mucho, inconmensurable, diría yo- es sacar aunque sea una fracción de segundo a la gente de su zona de confort. La imagen a continuación resume a la perfección el mundo cloacal, violento y apático en el que vivimos. Seguramente la vas a sacar enseguida de tu vista, porque no quieres ver, porque te convencieron que "ojos que no ven, corazón que no siente". Continuaré luchando tratando de romper ese cerco que construyeron con maestría, tu mamá y tu abuela. La tarea no es fácil, pero vale la pena intentarlo, por tu salud, por la salud de los animales, por el ecosistema, por el planeta y porque no hay pero gestión que la que no se hace.


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