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¿Será verdad? ¡Nooo, es carne con mayonesa!


Al vegano no se le perdona su repentino cambio de mentalidad: "¿por qué viene ahora con "excentricidades" si toda la vida comió carne? ¿Quién es él y cuán grande es su soberbia para desafiar miles de años de historia?"

Resulta imposible "vender" el argumento el veganismo sin herir la susceptibilidad del carnívoro "por naturaleza". De una manera u otra se sentirá ofendido y atacado. No es tarea fácil buscar un punto de encuentro entre dos bandos antagónicos: por un lado los que ven comida en un plato, y por otro, los vegetarianos legítimos que solamente visualizamos sufrimiento, tortura y esclavitud, detrás de cada rebanada de queso y cucharada de miel. La cultura milenaria transformó como por arte de magia aquello que tuvo ojos y lengua en productos para la venta elegantemente envasados; ese es el statu quo de la humanidad y todo aquel que lo ponga en tela de juicio será embestido.


Nuestro cerebro está programado (¿manipulado?) desde muy temprana edad para que el consumo de carne sea interpretado como una bendición de Dios que aporta los ladrillos nutricionales a nuestro cuerpo: las mentadas "proteínas". Es prácticamente imposible escapar de esta realidad. La plácida cotidianidad que nos inventamos los humanos, hace que respondamos con una sonrisa cuando una mamá joven comienza a dar de comer cadáveres a su hijo y lo hace con voz dulce y cariñosa: ¡a ver cómo el niño como el "pollito"!

¿A quiénes apuntan todas las pautas publicitarias? A los más pequeños, los grandes consumidores del mañana. Algún día se transformarán en adultos y cuando lleguen a esa etapa de la vida, su “disco duro” estará fuera de servicio. Esto es sencillo de entender porque ya estando en la cuna son bombardeados y sometidos a fuego cruzado por el "eje del mal": los grandes capitales, la publicidad y la televisión. La consigna es mantenerlos cautivos desde su más tierna infancia. Cuando el niño está inmerso en un mundo signado por el fraude, tomará la mentira por verdad y su intelecto no le permitirá otra alternativa que sucumbir ante los “encantos” de estos venenos camuflados. Para estos no hay tregua y lamentablemente no cuentan con sus padres como primer escudo protector; todo lo contrario: “¡tienes que comer la "carnecita" y beber toda la leche porque si no, no vas tener fuerza para jugar al fútbol y hacer la tarea!”

Ese niño nunca podrá interpretar la ingesta de carne de pollo como un aberrante crimen, pues desde su nacimiento le tergiversaron la verdad, le robaron la inocencia. Algún descubrimiento personal fortuito podrá provocar que su mente ponga las cosas en orden y enderece el camino hacia su propia naturaleza vegetariana. Ciertos "desperfectos" casuales de la aceitada e implacable maquinaria llamada "marketing global" hace que de a poco comiencen a proliferar esos seres "raros, latosos y despreciables" llamados veganos.


La abundante y tenaz difusión de argumentos a favor de productos procedentes de la tortura y el abuso, crea una coraza impermeable que no solo impide que la verdad se filtre dentro los cerebros adoctrinados de la masa, sino que se aprovecha también para que la patraña tome un cariz absolutamente diferente: regalos del Señor y proteínas.


Esa imprescindible conexión que los veganos tratan de establecer con la naturaleza, con su sano equilibrio y la salud del planeta va a ser avasallada por un mundo que no entiende (ni quiere entender), gracias al gran trabajo de los soberanos del mundo, los grandes capitales. Yo cuento con un libro de mi autoría y algún que otro artículo semanal; los grandes capitales son omnipresentes: radio, televisión, cine, internet, prensa, etc. Es una lucha casi imposible y desigual, algo así como nadar contra la corriente. Aunque David derrotó a Goliat una sola vez, rescatar a un individuo de esa prisión intelectual es para los veganos un premio inconmensurable y una felicidad que nos hace alcanzar el mismo nirvana.


Este dilatado análisis sirve de prólogo para la presentación del vídeo al pie del artículo. De una forma grosera,exageradamente sarcástica e irreverente, trataré de explicar cómo la industria agropecuaria convierte el veneno en elixir. No por casualidad mi página web esenciavegana.com está encabezada por la siguiente reflexión personal: "De acuerdo con mi óptica, toda publicidad relacionada con artículos de origen animal es repugnante. El objetivo -cien por ciento logrado- es esconder y disfrazar tanto la muerte como el martirio. Con dolor en el alma tengo que reconocer que son maestros en su arte, pues son capaces de convencernos de que el jamón ahumado comienza a crecer en los árboles cuando llega la primavera".


El nauseabundo vídeo a continuación nos presenta algo que es natural en nuestros cuerpos cuando estamos afectados por alguna infección: la pus. La tenemos los humanos y también la tienen los animales y como comemos animales, también comemos pus. Silogismo claro, sencillo e inapelable.


https://www.facebook.com/glass.walls.israel/videos/875150662643923/


El sarcasmo radica en que si este vídeo se empieza a divulgar, ¿de qué manera lo podría contrarrestar la robusta industria alimenticia? Con publicidad masiva y agresiva. Si nos enseñan de pequeños que la "Señora vaca sabe trabajar", perfectamente nos pueden seducir con un "descubrimiento" revolucionario de un chef europeo: "¡dos prestigiosas empresas unen sus esfuerzos para brindarte el producto tan esperado: carne con mayonesa incorporada, para que le des un toque de sabor a tu proteína!"


El único comentario que el espectador hará a tan desagradable vídeo va a ser de forma interrogativa y hará honor a aquellos que supieron moldear con éxito los cerebros bloqueados de la gente: ¿será verdad? Tan influidos estamos que emparentamos los nuevos y reputados estudios de la Organización Mundial de la Salud -que enfatizan que tanto la carne como la leche son absolutamente letales para nuestra especie- con un concepto muy en boga últimamente: fake news (noticias falsas); la gente se niega a creer que tanto el vídeo como los estudios puedan llegar a ser verdad. Hace algún tiempo, apareció la estremecedora noticia que Brasil (principal exportador de carne vacuna del mundo) se vio sacudido al ser descubierto un sórdido negocio: venta de carne podrida. ¡Solo un iluso puede llegar a elucubrar la alocada idea de que ese “alimento” iba a ser descartado! Hay que entender que las empresas de productos lácteos y cárnicos no son la Madre Teresa de Calcuta, necesitan vender a cualquier precio para generar divisas y no van a dudar un ápice para hacer de esa carne en mal estado un manjar a los ojos de los consumidores. (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-39327633)

Pero también es verdad que la única esperanza que tiene el mundo de reverdecer de sus cenizas es a través de esos mismos pequeños. Todavía son recuperables a cierta edad y no son pocos los testimonios que nos muestran su empatía hacia al reino animal -mientras el resto de la humanidad se mantiene impávido y hasta disfruta con emoción de la muerte de seres indefensos-. La única manera de combatir esta trama y este mito es encontrando inspiración en una máxima de Cicerón: “como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.




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