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La discriminación y el racismo que nos obligan a adoptar desde pequeños


La única especie que discrimina y subordina a todas las demás es la humana. Todos los animales están dotados de sensibilidad, por tanto tienen la capacidad de amar y sufrir -al igual que el hombre-, además de intereses y necesidades propias. Pero a la hora de establecer diferencias, la pertenencia al grupo de los humanos es la determinante respecto de quién merece el respeto de sus derechos y quién no. Argumentos históricos, culturales y sociales milenarios se funden para determinar en forma arbitraria que los humanos gozamos de todos los privilegios respecto de los derechos e intereses de las otras especies.


La cultura se encarga de machacar el cerebro carente de maldad y miedo y, a su vez, pletórico de pureza e inocencia de las nuevas generaciones de humanos que llegan al mundo. El trabajo pérfido de los mayores es "educar" a los hijos en los falsos principios éticos y morales de libertad, igualdad y fraternidad que nos legó la Revolución Francesa (1789) por un lado, pero que por otro son avasallados con el argumento de la repetición sostenida a través de canales diversos como televisión, libros infantiles, consumo de productos alimenticios provenien-tes de la explotación de animales, visitas al jardín zoológico, circos, paseos a caballo, etc. Ese atropello a la razón hace que muy pocos se cuestionen esa supremacía humana respecto de las demás especies a temprana edad, pues toda la maquinaria está orientada a que nuestro es el mundo y por tanto disponemos de sus beneficios de la forma que mejor nos da la gana. Como el rechazo a esta cultura abusiva es insignificante, están dadas las condicionantes óptimas para que esta injusticia se mantenga por los siglos de los siglos sin que exista la mínima capacidad de cuestionamiento o reacción. Toda la educación está orientada a que los derechos de las otras especies no son relevantes. La medicina, la alimentación, la diversión y la vestimenta agradecen jubilosamente esa "generosa" contribución del reino animal.


Estamos a años luz de vivir en un mundo ideal, y basta citar al gran Pitágoras para comprobar en una frase concisa un pensamiento ilustre: "Mientras los hombres sigan masacrando a sus hermanos, los animales, reinará en la Tierra la guerra y el sufrimiento y se matarán unos a otros, pues aquel que siembra dolor y muerte, no puede cosechar alegría, amor ni paz". ¿De qué manera podemos dar amor si nuestro ser está impregnado de violencia y muerte? Nos alimentamos de cadáveres ultrajados y los cargamos en nuestro vientre, haciendo de nosotros cementerios ambulantes (con la carga negativa que ello implica).

Es escandalosamente opuesta la dualidad de criterios que tenemos para, por un lado, vivir a diario sin atisbos de arrepentimiento o disturbios a nivel emocional la muerte de millones de seres de otras especies que se "inmolan" para satisfacer nuestras "necesidades" más básicas, y por otro, la amplia cobertura en la prensa, en la televisión y en el comentario de toda la población cuando un hombre muere a manos de otro en forma violenta.

Estas preferencias se ven reflejadas en una "definición" de cadena alimenticia que el tiempo y la historia transformaron en nuestra única e irrefutable "verdad", pero que vista desde una perspectiva vegana, no deja de ser escandalosamente desagradable: "los animales herbívoros serán luego alimento para los animales más fuertes, salvajes o evolucionados, quienes además estarán consumiendo también los nutrientes de los vegetales y plantas. Entre los animales carnívoros más importantes encontramos al ser humano, animal que cierra la cadena alimenticia y que no es consumido por ninguno en condiciones normales".


Muestra cabal de ello es el texto definitivo aprobado el 2 de diciembre de 2015 por el parlamento de la República de Colombia. La nueva ley -que modifica el Código Civil, el Código Penal y el Código de Procedimiento Penal- es una prueba fehaciente de nuestra indecente manera de impartir justicia cuando la vida y la muerte de los animales sintientes están en juego.


Todo este sórdido engaño queda de manifiesto en la referida ley colombiana que aplauden los ciudadanos del mundo:


"Artículo 1°. Objeto. Los animales como seres sintientes no son cosas, recibirán especial protección contra el sufrimiento y el dolor, en especial, el causado directa o indirectamente por los humanos, por lo cual en la presente ley se tipifican como punibles algunas conductas relacionadas con el maltrato a los animales, y se establece un procedimiento sancionatorio de carácter policivo y judicial.


"Artículo 3°. Principios. a) Protección al animal. El trato a los animales se basa en el respeto, la solidaridad, la compasión, la ética, la justicia, el cuidado, la prevención del sufrimiento, la erradicación del cautiverio y el abandono, así como de cualquier forma de abuso, maltrato, violencia, y trato cruel; b) Bienestar animal. En el cuidado de los animales, el responsable o tenedor de ellos asegurará como mínimo: 1. Que no sufran hambre ni sed; 2. Que no sufran injustificadamente malestar físico ni dolor; 3. Que no les sean provocadas enfermedades por negligencia o descuido; 4. Que no sean sometidos a condiciones de miedo ni estrés; 5. Que puedan manifestar su comportamiento natural; c) Solidaridad social. El Estado, la sociedad y sus miembros tienen la obligación de asistir y proteger a los animales con acciones diligentes ante situaciones que pongan en peligro su vida, su salud o su integridad física. Asimismo, tienen la responsabilidad de tomar parte activa en la prevención y eliminación del maltrato, crueldad y violencia contra los animales; también es su deber abstenerse de cualquier acto injustificado de violencia o maltrato contra estos y denunciar aquellos infractores de las conductas señaladas de los que se tenga conocimiento.


"Artículo 339B. Circunstancias de agravación punitiva. Las penas contempladas en el artículo anterior se aumentarán de la mitad a tres cuartas partes, si la conducta se cometiere: a) Con sevicia; b) Cuando una o varias de las conductas mencionadas se perpetren en vía o sitio público; c) Valiéndose de inimputables o de menores de edad o en presencia de aquellos; d) Cuando se cometan actos sexuales con los animales; e) Cuando alguno de los delitos previstos en los artículos anteriores se cometiere por servidor público o quien ejerza funciones públicas.


"Parágrafo 1°. Quedan exceptuadas de las penas previstas en esta ley, las prácticas, en el marco de las normas vigentes, de buen manejo de los animales que tengan como objetivo el cuidado, reproducción, cría, adiestramiento, mantenimiento; las de beneficio y procesamiento relacionadas con la producción de alimentos; y las actividades de entrenamiento para competencias legalmente aceptadas.


"Artículo 46A. Aprehensión material preventiva. Retención Preventiva. Cuando se tenga conocimiento o indicio de la realización de conductas que constituyan maltrato contra un animal, o que de manera vulneren su bienestar físico, la Policía Nacional y las autoridades policivas competentes podrán aprehender preventivamente en forma inmediata y sin que medie orden judicial o administrativa previa, a cualquier animal. Toda denuncia deberá ser atendida como máximo en las siguientes veinticuatro horas".


Unos breves pasajes dejan en evidencia que para nuestra especie están en el plano supremo de la escala los perros y los gatos y en el inferior, pollos, cerdos y vacas. A los primeros se los alimenta y se les dispensa cariño, mientras que a los segundos se les mata para que nos sirvan de "alimento". El artista polaco Pawel Kuczynski -que entremezcla con maestría el arte, el sarcasmo en estado puro y la crítica social- tuvo la genialidad de plasmar en un dibujo la manera cómo diferenciamos a los animales y ya de paso nos invita a reflexionar acerca de nuestros más arcaicos hábitos. La pintura nos muestra a un granjero con un delantal salpicado de sangre con sus dos manos ocupadas: una acariciando un gato y la otra con una cuchilla de gran tamaño. Mientras el gato recibe el arrumaco de su dueño, esperando tranquilamente su comida con una servilleta al cuello para no ensuciarse, del otro lado observan la escena con consternación: un caballo, una vaca, un asno, un cerdo, una oveja, un pato, una gallina y otras aves de corral.

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