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Si partimos de la premisa que beber leche de vaca no es natural, su ingesta simplemente nos enfermar


El punto de partida para que yo empezara a concluir que la ingesta de productos lácteos por parte de la especie humana era un error garrafal fue mi sentido común. Esa introspección me condujo a la pregunta: ¿por qué no consumimos leche de primates, habida cuenta que compartimos casi el mismo ADN? Quizás se piense que solamente un loco puede elucubrar semejante dislate. ¿Por qué no? En el hipotético caso de que barajáramos de nuevo y repartiéramos los naipes para un mundo inédito, sin el lastre de axiomas o conceptos preestablecidos, ¿qué diría la gente si se la obligara a beber leche de vaca como algo novedoso? ¿Se calificaría de insensato a aquel que propusiere tamaña iniciativa? La muestra cabal de que nuestro sentido común está fuera de servicio queda en evidencia cuando le damos de beber a nuestras mascotas (perros y gatos) leche de vaca, seguramente para que también crezcan “sanas y fuertes”.


Ese sentido común me llevó a inferir que no tenemos semejanza alguna con la vaca. No vamos a encontrar ninguna similitud entre una especie y la otra. Si apelamos al axioma de que la "naturaleza es sabia", obligatoriamente deberemos estar de acuerdo que no es sensato beber leche de vaca. Y si no es natural, su ingesta simplemente nos enfermará.


La naturaleza no es milagrosa ni mágica, es sabia y lógica, y por tanto, avisa cuando algo no está bien. El trabajo de advertir al hombre y al planeta que se están enfermando gravemente es la única función que está cumpliendo en los últimos tiempos. Lamentablemente, la mala administración de sus recursos dispuesta por el ser humano, minimizó escandalosamente su capacidad reparadora.


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Partiendo de este preámbulo, es necesario desarrollar el tema desde el punto de vista científico para empezar a abrir los ojos. Quizás podamos arribar a conclusiones que tiendan a erradicar el sufrimiento de la especie más esclavizada de la Tierra y por añadidura, beneficiar nuestra salud.


Muchos vegetarianos que rechazan la ingesta de carne por razones de salud y ética todavía siguen considerando a la leche como portadora de beneficios para la especie humana. Para ellos, la publicidad evidentemente hace su tarea de manera implacable y sublime. No se necesita profundizar demasiado para descubrir que después de los cuatro años de vida, la mayor parte de la gente desarrolla intolerancia a la lactosa, aunque quizás jamás se dé por enterada. Seguirá su obsesivo consumo a pesar de gases, diarreas y calambres estomacales. De acuerdo con algunos estudios, setenta por ciento de la población mundial es intolerante a la lactosa. La experiencia personal me enseñó que una vez que dejé de consumir productos lácteos, nunca más fui abordado por diarreas, reflujos o problemas estomacales. Para mí fue la genuina panacea y el descubrimiento de que la mejor medicina para superar los problemas de salud no está en los remedios, sino en lo que ingerimos. La comida es la verdadera, única y revolucionaria medicina preventiva. La gente se zampa un explosivo cóctel de vitaminas simplemente porque alguien –que necesita vender- le dijo que era bueno. De la misma forma, comemos en forma descontrolada durante toda la vida y en el ocaso tratamos de reaccionar preparando ensaladas de remedios para contrarrestar daños irreversibles.

La leche de vaca tiene los mismos valores de insalubridad para la especie humana que su carne. Esos productos "ricos en grasa" contribuyen de manera más que generosa para el desarrollo de problemas cardíacos, diferentes tipos de cáncer y el omnipresente (y casi imbatible) colesterol. Lo más llamativo es que últimamente el consumo de productos lácteos ha sido vinculado a la osteoporosis, la misma enfermedad que supuestamente es prevenida por la leche. Partiendo de la base que una vaca tarda en crecer solamente dos años y los humanos veintiuno, los niveles de proteínas de su leche son los adecuados para su ternero, pero extremadamente excesivos para el ser humano. Raramente ese exceso puede traernos beneficios.


Es menester agregar que la leche que llega a nuestras mesas hoy -debido a su largo proceso de industrialización- "aporta" antibióticos y otros medicamentos que le son administrados a las vacas para mantenerlas saludables. La leche de vaca contiene un conglomerado de hormonas sexuales que provocan -los ya referidos- cáncer de mama y de útero y altos porcentaje de pus y sangre.


A principios de siglo, varias epidemias estallaron sin causar tantos muertos como las pandemias del siglo anterior, pero a las que se dio un exuberante trato mediático. La gente andaba por todos lados con tapabocas y guantes, como si se tratara de cirujanos. La neumonía atípica, que apareció en la provincia china de Guangdong a finales de 2002, causó más de ochocientos muertos en todo el mundo, de los cuales casi trescientos cincuenta eran de origen chino. La cepa h5n1 del virus de la gripe aviar, desde su aparición en 2003, acabó con la vida de más de doscientos cincuenta personas, principalmente en el sudeste asiático.


Paradójicamente, se hacen oídos sordos sobre los millones de personas que todavía mueren por enfermedades curables. Un fenómeno relativamente nuevo es el marcado incremento de enfermedades crónicas y estas sí, con fuerte presencia en los grandes centros urbanos. Estas nuevas pandemias del siglo XXI son las que tienen a mal traer a todos los sistemas sanitarios, pues se invierten cifras millonarias de dinero, pero solamente para paliar la situación, no para erradicar el mal.


Los problemas cardiovasculares, la diabetes y el cáncer son padecimientos que azotan a las megalópolis. La diabetes la tratan de combatir más de cuatrocientos millones de personas, y es responsable de más de un millón de muertes al año; la osteoporosis es padecida por doscientos millones. La obesidad la sufren dos mil millones de personas.


El cáncer sigue siendo el gran tema tabú del que nadie quiere hacer siquiera referencia. Para no nombrar a este mal -que se lleva la vida de un porcentaje elevadísimo de la población mundial- los eufemismos gozan de gran popularidad. Esta modalidad surgió en el ámbito periodístico, y tanto agradó a la gente que se aplica con total liviandad: "tenía un mal incurable" o "murió por una terrible enfermedad". Cuatro de cada diez personas sufren de cáncer y aquellos que se salvan son considerados auténticos héroes que volvieron de la muerte. Las mujeres rioplatenses son las que tienen el mayor porcentaje de cáncer de seno y de intestino en el mundo. ¿Casualidad?


Otro mal que aqueja a la población mundial es el colesterol. Decenas de millones de personas toman una medicina todos los días para mantenerlo en los niveles normales. Un dato no menor y que podría ayudar a muchísimos es que este trastorno se encuentra solamente en alimentos de origen animal. Ese dato, por sí solo, pone en evidencia que estamos haciendo las cosas mal.




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