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La distracción del mundo vegano


Desde hace algún tiempo mis discrepancias con el movimiento se acrecientan enormemente y en este artículo voy a tratar de dejarlas establecidas. Considero que nos estamos ocupando de temas absolutamente banales, como sin duda lo son las recetas de cocina, la vitamina B12 o las proteínas para nuestro cuerpo humano, en lugar de enfocarnos en el gran problema que nos atañe que es la hecatombe de miles de seres por minuto. Dicha infeliz circunstancia nos hace caer ridículamente en el especismo que tanto criticamos con ahínco, devoción y ferocidad.


En las últimas semanas murieron de manera triste y dramática las elefantas Pelusa –en la cárcel de animales de La Plata, Argentina- y Ruperta –en el presidio de la capital venezolana-. Ambas víctimas -en cautiverio y en la más profunda de las soledades- sucumbieron ante la violencia y el abuso de la “raza superior”. Se le agrega a estas muertes la de la gorila Koko. Vejada desde su más tierna infancia por parte del equipo de la doctora Francine Patterson, este primate fue utilizado por la Universidad de Santnford, California, para fines “científicos”.

Todos los medios de prensa del planeta especista que habitamos se hicieron eco de estas tres tristes noticias, ¿y qué hicieron los sitios veganos?, solidarizarse con la noticia. Julia, por ejemplo, manifestó su frustración por la muerte de Ruperta: “que tristeza ver esto en seres indefensos que el mismo humano saca de su hábitat, en esto no tiene que ver derecha, izquierda, socialismo, etc., tiene que ver el sentimiento y responsabilidad de cuidadores y gobernantes, también del pueblo pues deben exigir por todas formas el bienestar de los habitantes del zoológico. ¿QUÉ ESPERA ESE MALDITO GOBIERNO PARA HACER SUS RESPONSABILIDADES ANTE LOS SERES VIVOS?, SI NO PUEDEN MANTENERLOS HAY QUE DONARLOS A PAISES QUE SÍ QUIERAN HACERLO. NO SE DESQUITEN CON INOCENTES” Por su parte, Carmen comparte su consternación respecto del deceso de Pelusa: “Firmamos a la intendencia de la Plata pidiendo por su traslado a otro sitio más sano para ella que era una elefantita anciana. Pero no hicieron nada. ¡¡Una vergüenza de zoológico!! ¡¡Por fin te liberaste del comercio y la estupidez humana!! ¡¡Descansa y vuela alto querida Pelusa!! ¡¡¡TERMINÓ TU INFIERNO!!! Lo de Koko es un capítulo aparte, pues trascendió culturas e idiomas. A tal respecto Griselda fue tajante en su congoja: “…no puedo parar de llorar”.


Tengo la plena convicción que los veganos debemos de dejar de llorar selectivamente por muertos VIP y tratar de concentrarnos también en Alejandro, el pobre cachorro de gallo que murió a los pocos minutos de nacer, por haber tenido la pésima suerte de ser macho en una factoría orientada a manipular la menstruación de la gallina para fines “nutricionales” de la especie superior. Deberíamos considerar a Demóstenes, el ternero que nació del vientre vejado de la vaca Clarisa, al cual la naturaleza también le jugó una mala pasada, al haberle dado el sexo masculino dentro de una industria que manipula el producto de las glándulas mamarias vacunas para fines alimenticios de la especie superior. Miles de Demóstenes mueren a diario en forma anónima y es de tal magnitud el estruendoso silencio de sus muertes –valga el oxímoron- que si escribimos la palabra “ternera” en Google, en lugar de aparecer en nuestra pantalla un hermoso bebé de vaca, nos encontraremos con su cadáver descuartizado solitariamente sobre una mesa o acompañados de alguna lechuga.

Un ejercicio mental digno de un vegano sería poner un nombre a cada una de estas víctimas ignoradas y no dar mayor importancia a aquellos pobres animales sacrificados por una causa “científica”.


Otro tema que me fastidia de los sitios veganos es el desmedido énfasis que se le da al tema culinario. ¡Desproporcionadamente aparecen nuevas recetas de cocina como si los veganos no tuviéramos lo que comer! ¡En lugar de preocuparnos para que no mueran más animales, nos empecinamos en querer demostrarle al mundo que nuestra nutrición es más rica en proteínas y variedad! Esa exageración lleva a que los cerebros veganos se contaminen, cometiéndose errores dialécticos imperdonables. Nos encanta llamar a nuestra comida -exenta de sufrimiento animal- con sustantivos reñidos con nuestra moral y nuestra pacífica manera de vivir, como por ejemplo "carne de nuez" (a algunas mentes “privilegiadas” se les ocurrió la “sublime” idea de hacer la diferencia con el sustantivo “karne”).


Por un lado cometemos el acto bárbaro de llamar a una comida “pavo o jamón vegano” y por otro, hacemos distinciones poco inteligentes. Es de no creer, pero hacemos diferencias ridículas entre vegetarianos, ovolactos vegetarianos y no sé cuántas clasificaciones más, carentes totalmente de sentido. Tal es la demencia que padecemos que tuvimos que inventar la palabra vegano, para marcar la gran diferencia con los vegetarianos y distanciarnos de estos.


En resumidas cuentas y en honor a la verdad, todo lo que nosotros conocemos como alimento que procede de la explotación de animales que aún están con vida y a los cuales se los exprime hasta la última gota, son productos de origen animal sin cortapisas, y están en las antípodas de pertenecer al reino vegetal. Desconozco a qué obedece que cierto grupo se autodenomine vegetariano, cuando en realidad está lejos de serlo. Por tanto, a pesar de que la palabra vegano gana fuerza, carece totalmente de sentido, pues ya existe una que la explica perfectamente. Como a mí me rechina este nuevo vocablo, caigo también en un error semántico garrafal para reivindicar mi condición: vegetariano estricto. La palabra vegetariano debería cubrir una actitud ante la vida y un ejemplo vale más que mil palabras: si calzo zapatos de cuero, no soy vegetariano.


La otra gran diferencia que abre un abismo entre veganos y vegetarianos (aunque increíblemente compartan foros) es que para el vegano lo importante no es el ser humano; cuentan solamente los animales. Si el vegano es realmente vegano, comerá piedras en aras de preservar los derechos de los animales. La única zona de confort que habrá de salvaguardad es la de aquellos que no tienen voz. Esta postura ante la vida no admite el más o menos; es negro o blanco y no existen los grises ni lo matices. Me parece un argumento más que infantil pensar siquiera que si yo le llamo a mi comida "pollo" o "carne" voy a tener más adeptos. Al pan, pan y al vino, vino: esto es así: en el mundo vegano no hay carne ni pollo, entonces ¿para qué entonces auto engañarnos y engañar a la gente?


De la mano con el concepto anterior de la “karne”, ahora los sitios veganos muestran su esperanza de que podemos soñar con un mundo mejor y más justo, por el invento –que mi mente precaria no logra entender- de la carne de “laboratorio”. La idea del veganismo pasa por tratar de convencer a la gente que comer carne de animales -sea proveniente de cadáveres o de laboratorio- además de ser un delito moral, no es apropiada para el consumo humano, pues no hace otra cosa que enfermar su organismo y adjudicar ganancias millonarias al perverso sistema sanitario.

Es hora de reflexionar y no caer en el romanticismo especista de los medios de comunicación y sí enfocarnos de una buena vez en las terribles muertes de Federico, pez que murió por el arma homicida (eufemísticamente llamada "caña de pescar") manipulada por el niño Josesito en el Gualdalquivir y que por tal “proeza” fue felicitado por su padre y las de los cerdos Ernestina y su hijo Joaquín, prisioneros que jamás disfrutaron tan siquiera un minuto de luz solar, víctimas de una terrible agonía en algún centro de muerte de Berlín.

Sería fantástico que si el mundo no contempla la muerte de estos millones de víctimas diarias, por lo menos los veganos lo hiciéramos notar mostrando los vídeos donde se enseña sin censuras a la gente distraída la manera cómo se masacra a nuestros hermanos terrícolas y no tanta receta de cocina que pone énfasis en nosotros y no en ellos. Que las muertes de animales VIP sea ampliamente destacadas por el gran público, mientras que la de los animales elegidos para alimento de nuestra maldita especie se dé en el más oscuro de los anonimatos es de gente especista. No caigamos nosotros en esa valoración.







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