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El concepto de la no violencia y la abstinencia de consumir medicamentos para “comprar” salud se fus

"La compasión puede cambiar el mundo".

Jane Goodall


Uno de los apóstoles de esta época contemporánea -salpicada por la arrogancia y el lenguaje de las balas- que enseñó el poder de la paz fue Mahatma Gandhi. Dicha doctrina la aprendió y acuñó en forma paulatina y su primer paso de gigante para alcanzarla fue adoptar para sí el vegetarianismo, tanto desde el punto de vista filosófico como ético.


El vegetarianismo hindú encuentra sus raíces en el dogma del "Ahimsa", que significa la no violencia de todas las formas posibles hacia ningún animal vivo, y que debería ser siempre la aspiración suprema de todos los humanos. Una de las leyes sagradas del hinduismo afirma que "sin matar animales, la carne no puede ser utilizada, y puesto que matar es contrario a los principios del Ahimsa, se debe renunciar a su consumo". Gandhi tenía claro que la esencia de la vida era el Ahimsa. Su vuelco hacia el vegetarianismo le hizo percatarse de que otras fuentes de fortaleza tendrían el poder para acabar con la dominación británica en India. Tras ese primer paso comenzó a empaparse de las otras religiones del mundo, y llegó a la conclusión de que la renuncia es la más elevada forma de religión y hacia esa tónica canalizó todos sus desvelos.


No por casualidad el mayor número de vegetarianos se encuentra en la India. Ese apego viene del hinduismo y del budismo, los cuales establecen que "por el desagradable origen de la carne y la crueldad de la matanza de seres vivos uno debe abstenerse completamente de comerla". Otra sentencia afirma lo siguiente: "la perfección espiritual comienza cuando uno puede ver la igualdad de todos los seres vivientes. El sabio humilde, en virtud del conocimiento verdadero, ve con igual visión a un brahmán apacible y erudito, a una vaca, a un elefante, a un perro y a un paria".


Ahimsa implica no matar. Pero esa no violencia no se refiere únicamente al propio acto de la muerte, sino que implica una abstinencia absoluta de causar todo tipo de dolor físico o emocional a cualquier ser vivo. La facilidad para inferir y reconocer que nuestro mundo está en las antípodas de esta manera de vivir y de sentir, la baso en un pensamiento personal a raíz de aquella respuesta con la que un gran rabino me cautivó hace muchos años, cuando le pregunté por qué comenzaban con la letra "B" -en su lengua original- las sagradas escrituras hebreas. A lo largo de los años, había acumulado unas cuantas explicaciones que no colmaban mis expectativas. Pese a lo sustancioso de la pregunta, la respuesta, en cambio, fue sucinta, pero con un claro e inmediato llamado a la reflexión: "simplemente hubo un mundo A que al Todopoderoso no le satisfizo, por eso lo desechó y creo el B". Tan revelador fue aquel concepto que desde ese día -siendo testigo ocular de la violencia globalizada que nos azota- constantemente me hago la siguiente pregunta retórica: ¿no será que ya es tiempo de desechar el actual B y empezar a experimentar un mundo C?


Los matrimonios retirados de la actividad laboral no tienen la suerte de vivir un proceso de transición para adaptarse a su nueva realidad. Una vez que acceden a la jubilación y se disponen a disfrutar de su tiempo libre, empiezan a descubrir achaques, dolores y enfermedades que desestabilizan tanto su calidad de vida como la de su bolsillo. La mente desocupada hace bajar la guardia de todo el cuerpo y de esa manera comienzan los síntomas. La primera señal negativa es que esa mente desocupada habrá de poblarse inmediatamente por la angustia de que el dinero no alcanzará para comprar los paliativos a los vicios generados en la "eterna" juventud. Así como las sociedades organizan el retiro de sus mayores mediante las pensiones, cada uno de nosotros debería poner en una alcancía "moneditas" de salud. Cuando llegamos a la tercera edad, nos damos cuenta si hemos acumulado fortuna o si estamos en bancarrota. La fortuna implica poder llevar una vejez de forma decorosa, comiendo alimentos apropiados para nuestra especie y haciendo deporte, mientras que la bancarrota es sinónimo de monumentales gastos en medicinas y constantes visitas al médico.


https://www.youtube.com/watch?v=n7AZp_j7wJY


Resulta increíble constatar que en la simple modificación de ciertos estilos de vida está la solución a casi todos los males. A propósito, Gandhi escribió en forma magistral: "…vale la pena analizar por qué escogemos la profesión médica. No cabe duda de que no se escoge para servir a la humanidad. Nos convertimos en médicos para obtener honores y riqueza. Me he empeñado en demostrar que en esta profesión no hay un verdadero servicio a la humanidad y que es nociva para todos los seres humanos. Los médicos hacen gala de sus conocimientos y cobran sumas exorbitantes. Sus preparados, que tienen un coste intrínseco de unos pocos peniques, cuestan chelines. El pueblo, con su credulidad y su deseo de librarse de algunas enfermedades, permite que lo estafen. ¿No son entonces mejores los curanderos, a quienes conocemos, que los médicos que se las dan de humanitarios?

"Hemos adquirido el hábito de llamar al médico por la más trivial de las enfermedades y, donde no hay médicos, se busca el consejo de simples curanderos. Vivimos con la fatal ilusión de que ninguna enfermedad puede curarse sin medicamentos. Esta creencia ha hecho más daño a la humanidad que cualquier otro mal. No cabe duda de que tenemos que curarnos las enfermedades, pero no son los medicamentos los que las curan. Y no solo son estos sencillamente inútiles, sino que a veces son decididamente nocivos. El hecho de que un hombre enfermo tome pócimas y medicamentos es tan tonto como intentar cubrir la mugre que se ha acumulado en el interior de una casa. Cuanto más se la cubre, más rápido será el proceso de putrefacción. Y lo mismo sucede con el cuerpo humano. La enfermedad o el malestar es solo la advertencia que nos hace la naturaleza acerca de que hemos acumulado inmundicias en alguna parte del cuerpo: sin duda, sería sabio dejar que la naturaleza la removiera, en lugar de cubrirla con la ayuda de medicamentos".


Los conceptos manejados por Gandhi van de la mano con un viejo proverbio egipcio: "una cuarta parte de lo que comes te mantiene vivo, las otras tres mantienen vivo a tu médico" y con la temática que manejó Archibald J. Cronin en el libro "La ciudadela".


El concepto de la no violencia y la abstinencia de consumir medicamentos para “comprar” salud se fusionan en una vía unidireccional llamada veganismo, que reviste visos de panacea al alcance de la mano desde el punto de vista económico, pero de difícil supuesta aplicación debido al intenso y férreo lavado de cerebro que ejecutan con maestría la sociedad de consumo, los grandes capitales y la publicidad.


Explorar y experimentar este fascinante estilo de vida está en tus manos, solo tienes que cambiar la frecuencia de tu cerebro. ¡No le temas, mira que no muerde!








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