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Verás que todo es mentira, verás que nada es amor...


Nuestra brújula de objetivos triviales y superfluos, nuestro sentido del éxito y todas nuestras aspiraciones trasuntan en la acumulación de riqueza. Para lograr tal fin, se torna imprescindible mentir con descaro en forma permanente. A los ya conocidos comerciales que venden fórmulas mágicas para adelgazar, obtener músculos extraordinarios con tan solo una rutina diaria de cinco minutos, se les agrega aquellos que apelan a la emoción "tierna y humana".


Este modelo de mundo que hemos construido nos encuentra total y absolutamente robotizados -además de enajenados y ensimismados en nuestros problemas-. Nos hemos vuelto estúpidamente efectivos e insensibles. Lo que dicen los profesores, la televisión, internet y los médicos son verdades irrefutables, y no están dadas las bases para un diálogo conciliador, ni tampoco para la sana discrepancia, pues nuestra desoladora realidad está signada por los trazos de la violencia.

Podría llegar a entender los mensajes de yogures con propiedades fantásticas, de hamburguesas con un entorno de juguetes con globos y regalos, de logotipos de pollitos y vaquitas sonrientes, porque los empresarios y las agencias de publicidad deben vender de la manera que fuere para subsistir, pero esto de disfrazar la muerte de manera tan pérfida a veces me subleva. Enrique Santos Discépolo habló del amor y la vida en sus letras, pero dejó un claro mensaje sobre las miserias humanas, la amargura, el escepticismo y la inmoralidad. Lo irónico es que sus reflexiones -ya casi centenarias- gozan de plena vigencia: "...verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa. Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, una mano, ni un favor..."


https://www.youtube.com/watch?v=CdPrhRpQ5KA

Estos versos resumen de manera magistral lo que somos y hacia dónde nos encaminamos. No existen los códigos, y todo vale para seguir acaparando el prestigio que nos permita soñar con ser una celebridad. Por supuesto que de acuerdo con mi óptica, toda publicidad relacionada con artículos de origen animal es repugnante.


No vale la pena hacer un recorrido por las geografías del mundo acerca de la forma atroz e indolente con que estas empresas venden ciertos productos. Los gerentes y publicistas dirán: "¡a nosotros qué nos importa, en definitiva no somos los responsables de las matanzas!" El objetivo -cien por ciento logrado- es esconder y disfrazar tanto la muerte como el martirio. Con dolor en el alma tengo que reconocer que son maestros en su arte, pues son capaces de convencernos de que el jamón ahumado comienza a crecer en los árboles cuando llega la primavera.


Trato de entender, de buscarle la lógica humana a esa desesperación por posicionarse siempre en la cúspide, pero hubo dos casos que realmente me escandalizaron. Como no podía ser de otra manera, los dos ejemplos a detallar en forma pormenorizada tienen la marca registrada del Uruguay y corresponden a la misma empresa.


Los humanos tenemos el simpático hábito de festejar cumpleaños. Cuando se trata de cifras "redondas" el festejo debe ser superlativo, "¡como dios manda!" ¡Imagínense, cien años, un siglo de vida! Para una sociedad capitalista que una empresa sobreviva a un siglo constituye un hito y así lo hizo saber una firma uruguaya "tirando la casa por la ventana". Por supuesto que estamos hablando de una planta industrial dedicada a la chacinería.



Para celebrar por lo alto el acontecimiento, hicieron dos cortos publicitarios que supieron llegar al corazón de sus fans. La idea apuntó a cautivar la sensibilidad y el paladar de los jóvenes, apelando al trabajo en equipo y al esfuerzo que hay detrás de cada producto para que salga de la mejor manera posible. Al primero se lo conoce como "casi 100 años, una vida", y al segundo, casi un año después: "100 años, una vida".


El "casi" tiene la cortina musical del pegadizo tema "Live is Life" (1985) de la banda austríaca Opus. Esa canción contagiosa y entusiasta maneja conceptos por demás optimistas: "¡Ahora todos juntos, vida es vida! Esa misma sintonía persigue el comercial, pues su hilo conductor son los abrazos y las sonrisas en las pequeñas y cotidianas cosas de la vida. En él se esgrimen conceptos como: "la vida te hace soñar", "la vida te trae recuerdos", "la vida te enseña", "la vida te da revancha", "la vida te emociona", "la vida te hace reír", "la vida te sorprende y te vuelve a sorprender", "la vida no tiene receta", "la vida es un reto", "la vida la hacemos juntos", "la vida es vida".


https://www.youtube.com/watch?v=EYsjhPrO1Cg


Si se mira objetivamente el corto publicitario, todos tendríamos que reconocer que "la vida es terriblemente injusta". El mensaje me dejó un socarrón sabor a inconcluso, pues perfectamente pudo haberse elaborado una soberbia y macabra paradoja: "casi cien años, una vida... fabricando muerte". Dos aristas de una misma realidad: la visible, la del embuste, que la fábrica de productos porcinos te acompaña en los momentos dulces de la vida, y la oculta, la del horror puertas adentro, que nadie quiere ver ni mostrar.


En el segundo corto publicitario, la naturaleza nos sorprende y conmueve brindándonos un nuevo amanecer en la ciudad de Montevideo. La lente de la cámara percibe al lado del astro rey la fastuosa e inconfundible silueta de la iglesia del Cerrito de la Victoria. Jóvenes emprenden su rutina de trotar rodeados de verde. Los pies de un hombre se apoyan en el piso luego del reparador descanso nocturno, mientras otra joven se despereza, tomando impulso para iniciar un nuevo día. Muchachos celebran un partido de fútbol y varias personas soplan las velas de cumpleaños. Todas estas imágenes de la cotidianeidad se alternan con los elaborados productos del matadero. Las emocionantes imágenes son envueltas por la cautivante voz de un locutor que de manera magnífica recita los siguientes conceptos: "En un año incansable y exacto, el reloj interrumpió miles de sueños, sin vacilar ni tener compasión. Pero con el deber y la dedicación de perseguir un sueño más grande: abrir nuestras puertas. Puertas que desde el primer año nunca se han cerrado y que inamovibles vieron el tiempo pasar. Los primeros pasos, las horas difíciles y los después de hora. En un año lo intentamos una, dos, tres, mil veces. Y cada año un poco más. En un año muchos días parecían iguales, pero algunos nunca van a tener igual. En un año pedimos más de tres deseos, pero uno se repite: ser cada año más familia. En un año pasa más que un año, pasa una vida. ¿Imagínate en cien?"


https://www.youtube.com/watch?v=pq7Re8CjZlc


¿Qué puedo agregar como vegano que ya no lo haya expresado anteriormente? Simplemente elijo dos comentarios de los cientos de lectores que saludaron efusivamente a la empresa por tantos años de reputación "bien" ganada. Una joven materializa de manera soberbia el sentir de toda la humanidad: "¡¡El comercial me encanta, es una inyección de vida y anima mucho, me encanta!!" El otro tampoco tiene desperdicio y también habla del sentir y palpitar de la especie superior: "Un comercial que me emocionó mucho. Con situaciones reales de la vida cotidiana de todos nosotros. Lo mejor que he visto en mucho tiempo". Pero siempre hay una piedra en el zapato, alguien molesto que no tiene otra cosa para hacer que "denigrar", aunque lo haga con mucha altura: "Respeto el gusto de los demás, pero sin ánimo de ofender, repudio esto, pues estoy totalmente en contra de los mataderos, frigoríficos y la industria cárnica en general". La intolerancia y el poco espacio para el disenso están a la orden del día, y este mensaje reivindicando la vida de los animales no pasó inadvertido. A los efectos de que se entienda bien el concepto y la dosis de violencia que impera en la sociedad contemporánea, transcribo un comentario zafio y pendenciero como respuesta, el cual he decidido no modificar ni un ápice: "métete una zanahoria en el culo y mira para otro lado".


Nos han comprado la conciencia, nos han idiotizado y así, perdimos la capacidad de reacción y raciocinio. "¡Alea jacta est!", decían los romanos. En ese sentido, la victoria de la publicidad y la sociedad de consumo es más que evidente y ellas son las que guían nuestros pasos desde la cálida cuna hasta el frío féretro. No hay lugar para improvisaciones; todo ya está pautado.


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