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¿Salvajada o “humanada”?

"¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres! Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre!"

Juan Ramón Jiménez (Platero y yo)

Cada vez que tengo que escribir la palabra "humanismo" como sinónimo de bondad y altruismo, lo hago coronándola con hermosas comillas inglesas a ambos lado de la palabra. Y lo hago de esa manera para dejar establecido con total y absoluta claridad que, al contrario de lo que predican las religiones, si existe algún ser sobre la faz de la Tierra que no es bondadoso, tampoco solidario y menos que menos, caritativo, ese es el humano. ¿Si no respeta a su prójimo va a respetar a las otras especies? Terrícolas somos todos los seres vivos que habitamos el planeta, pero nuestra soberbia deja el mensaje claro y contundente que utilizamos nuestro raciocinio e inteligencia aguda para aniquilar toda la biodiversidad, sin resquemores.


Los animales son nuestros hermanos de planeta, nuestros verdaderos prójimos. Resulta inmoral y un delito flagrante contra la convivencia pacífica que nos hagamos los distraídos cuando los vejámenes a los que estos son sometidos se suceden a lo largo y ancho del globo de forma ininterrumpida. La violación de los derechos del reino animal la llevamos impregnada desde que abrimos los ojos al mundo, se refleja en todos los estamentos sociales sin distinción y en todas las actividades que desarrollamos a diario. Aceptamos esos crímenes con escandalosa sumisión por el argumento facilista de que “toda la vida ha sido así” y de esa manera creemos estar felices con el "statu quo" imperante.


Nuestra lengua española es un fiel reflejo de que la mesa está servida para que Su Majestad, el hombre, disfrute y disponga a su entero albedrío de todas las cosas “bonitas” que le ofrece la Madre Naturaleza. Nadie mejor que el diccionario de la Real Academia Española para dejar en evidencia nuestro carácter especista y antropocéntrico.


Todos hemos esgrimido alguna vez la expresión: “¡Ahhhhh, comí como un salvaje!”


(llevándonos ambas manos al abdomen en señal de regocijo y saciedad). También hemos escuchado la frase: “¡eso que hiciste es una salvajada!” A tales efectos el diccionario de la RAE no deja dudas sobre el significado de la palabra: “persona falta de de educación o ajena a las normas sociales; cruel e inhumano, o dicho de una actitud o situación que no está controlada”.





Pues bien, el único animal que se regocija con la comida y que lo lleva a esculpir cuerpos asimétricos es el hombre. Todas las demás especies del reino comen estrictamente lo necesario. Por lo tanto, bien valdría la expresión: ¡Ahhhh, comí como un humano! Desde mi perspectiva estrictamente vegetariana, a la que nosotros llamamos salvajada, perfectamente le vendría de maravillas el vocablo “humanada”.


Las humanadas son infinitas y forman parte de nuestro diario vivir. Unos pocos ejemplos nos darán la pauta que toda nuestra interacción está salpicada por esta condición. Que las redes sociales ponderen al pescador que se hace fotografiar con su víctima con una alegre sonrisa y criminalicen al que hace exactamente lo mismo pero con un tigre -cuando se trata de dos idénticos y aberrantes crímenes- es un buen ejemplo. Otro, es pretender ser necrófagos cuando nuestra naturaleza es rigurosamente vegetariana. Podemos agregar como grandes humanadas, el desquicio de beber leche de vaca a perpetuidad y no llamar a las cosas por su nombre, abusando de los eufemismos.


Dos enormes humanadas es que le otorguemos el Premio Nobel de la Paz a una persona que come carne, y que los veterinarios se coman a sus propios pacientes.


Por estos ejemplos mencionados y muchísimos más, el planeta se ha convertido en una cloaca tanto desde el punto de vista físico como mental y con inminente fecha de caducidad. Dichos ideales “humanistas” se van descomponie- do progresivamente en un sendero donde gana terreno la hierba mala, la irreverencia y el desdén y en donde se festeja la llegada de un año nuevo con petardos y se hacen promesas que nunca serán cumplidas.


Pues bien, nada de esto sucede con los animales: comen como salvajes, es decir solamente lo necesario y por ello no existen obesos en el reino animal, -salvo los humanos, sus víctimas y sus mascotas-, respetan escrupulosamente el medio ambiente, no ensucian, y disfrutan en armonía lo que la Madre Naturaleza les provee.


https://www.facebook.com/LongevityBox/videos/1805013209558930/

Siguiendo con las objetivas “enseñanzas” que nos imparte la RAE –que no dejan de ser un reflejo de lo que sucede en la sociedad-, por un lado consideramos poéticamente al perro como "nuestro mejor amigo", mientras que por otro, los vericuetos del lenguaje nos indican que se denomina perro a aquella persona muy mala, indigna, despreciable. Entonces ¿en qué quedamos? ¿Es nuestro amigo fiel o merece nuestro mayor desprecio? Este ejemplo pone de manifiesto que nuestro cerebro es una anarquía de datos inconexos, porque si los perros nos traen alegría, estar con un "humor de perros" no debería representar cierto estado de enfado.


Todos los idiomas le llaman víbora a una persona malintencionada, cerdo a un mugriento, gallina a un pusilánime, y buitre al que se aprovecha de las desgracias ajenas. Le llamamos “vacas flacas” a los período de escasez y “vacas gordas” a los de abundancia. "Desasnar" -según esta “prestigiosa” institución- es "hacer perder a alguien la rudeza, o quitarle la rusticidad por medio de la enseñanza". Pero, por otro lado vemos que a Juan Ramón Jiménez por ponderar los múltiples atributos reales que tiene un burro, le otorgaron el Premio Nobel de Literatura (1956).


Nuestro léxico define al cerdo como una persona sucia, sin modales, malintencionada y sin escrúpulos. ¿Alguna semejanza con la realidad? Absolutamente ninguna, pues se trata de un animal limpio, juguetón y cariñoso “in extremis”.


¿Qué decir del pánico atroz y la exacerbada repulsión que sentimos al ver ratas y ratones? Se le llama musofobia al miedo absurdo y demencial que sentimos por esta clase de roedores. La literatura y los dibujos animados supieron estereotipar la imagen de una mujer corpulenta gritando con desesperación, subida a una silla, porque un pequeño ratón anda correteando por su cocina. ¿Puede haber imagen más patética y ridícula? Este es otro de los tantos "legados culturales" de nuestros ancestros. No puede encontrarse ninguna explicación racional al hecho de que la sola presencia de uno de estos mamíferos nos genere taquicardia. ¿Serán estas afectuosas? ¿Estarán aptas para recibir caricias? ¿Les gustará jugar? Por supuesto que la respuesta también es afirmativa. Solamente hay que ver los videos en internet para darse cuenta de la magnitud de su ternura e inteligencia. A la primera conclusión a la que arribaremos es que la rata no es un animal inmundo, la segunda, que lo único inmundo y contaminado es nuestro cerebro.


https://www.youtube.com/watch?v=7jkvA2y7CbU


En resumidas cuentas, el especismo lo tenemos tan arraigado que nos resulta prácticamente imposible romper esas cadenas que nos mantienen rehenes de la sociedad moderna y que califican el crimen como cierto equilibrio natural.


Esgrimidos los argumentos anteriores, resulta patético mostrar que la RAE define al humano como “Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos”. Todavía no concluyo si es para reír o llorar, pero me inclino mucho más hacia la segunda opción, pues hace un buen rato que no nos percatamos que entramos en la recta final de la cuenta regresiva. Un vuelco hacia las fuentes veganas podría provocar un cambio radical y permitirnos el acceso a un mundo de ensueño y fantasía.


El polémico artista inglés, Steve Cutts, amalgamó sobrada inteligencia y exquisito arte para resumir en poco más de tres minutos el mundo escatológico y vomitivo al que pertenecemos: https://youtu.be/WfGMYdalClU




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