La leche: negocio cínico e inmoral
La vaca en la sociedad occidental nos acompaña fielmente a toda hora, todos los días del año y durante toda nuestra existencia. Una vez que dejamos la lactancia materna, pasamos inmediatamente al amamantamiento vacuno de por vida. Prueba de ello, es ampliamente conocido por grandes y pequeños cierto ejercicio mental en el que es obligatorio responder rápidamente a preguntas fáciles cuyo hilo conductor se circunscribe a un mismo concepto:
Pregunta: ¿De qué color son las nubes? Respuesta: blancas.
Pregunta: ¿De qué color es la nieve? Respuesta: blanca.
Pregunta: ¿Qué bebe la vaca?
Respuesta: leche.
La persona que interroga va induciendo al error del que responde mediante la asociación de ideas que subliminalmente lo conducen hacia el color blanco. La verdadera pregunta es: ¿la gente responde "leche" porque las respuestas anteriores lo van llevando hacia ese razonamiento o porque no tiene dudas que la vaca bebe la leche de su madre durante toda la vida? ¿Por qué no pensar de esa forma? Si nosotros bebemos la leche de un animal que nada tiene que ver con nosotros, se trataría de un acto de estricta naturaleza que la vaca bebiera su propia leche de acuerdo a nuestra estructura mental. Sin embargo, la respuesta es "agua", pues como todo mamífero normal, beberá la leche de su madre exclusivamente durante el período de lactancia.
Desde pequeños nos han inculcado que consumir productos lácteos es algo sano e imprescindible para nuestra fisiología; incluso algunos van más allá sosteniendo que si prescindimos de ellos estamos en grave riesgo de padecer enfermedades que nos pueden llevar a una completa desnutrición, descalcificación de los huesos o inminente muerte. Toda esta teoría se refuerza aún más si le sumamos las cifras millonarias que invierten las empresas de ese rubro en todo tipo de publicidades televisivas, radiales, gigantografías, periódicos, internet, etc. No contentos con toda esa parafernalia, contratan médicos para que aparezcan en la publicidad, a los efectos de que no se dude de la seriedad del producto, de su carácter nutritivo, y sobre todo para evitar que se sospeche que se pudiera tratar de un gran fraude. Lo cierto es que así como la gente está convencida del axioma que dice que la leche es buena, los médicos -que también son gente común, pero con más estudios- no son la excepción. Nuestro cerebro está manipulado desde hace cientos de generaciones, pero apoyarse en la palabra de un galeno tiene sus efectos y aporta credibilidad a la publicidad del producto.
Un "conflicto" que tuve con un publicista amigo explica de manera cabal cómo los caminos vegano y carnívoro nunca tendrán su punto de encuentro. Este se sentía orgulloso de haber sido el creador de una publicidad sobre la leche que llegaba al corazón de los consumidores y por tal motivo la difundió en la red social Facebook. Como trato de nutrirme permanentemente del comportamiento humano respecto de los animales, toda acción que involucre a estos últimos provocará siempre mi fisgoneo. Los aberrantes niveles de cinismo y las mentiras concatenadas que contenía el mensaje hicieron que -irreflexivamente y sin medir las consecuencias- yo colocara a continuación de su publicidad un crudo vídeo con la verdadera historia de sufrimiento mediante el cual obtenemos la leche, además de un escueto comentario. No pasaron muchos minutos para que mi amigo me manifestara su desagrado en forma privada: "Alejandro querido: eliminé tu vídeo y tu comentario por varias razones, pero por sobre todas las cosas, para cuidar mi trabajo. Está bien que tengas tus opiniones, pero te pido que cuides dónde me las comentas. Yo trabajo en publicidad y mi cliente más grande es al que le pertenece el mensaje que viste. Lamento que esté contra tus intereses, pero esto es así..."
Hace algún tiempo tuve que acudir a un médico para una consulta y quedó absolutamente escandalizado cuando le dije que hacía un buen tiempo que había erradicado los lácteos de mi dieta. Lo tomó como algo personal, como una especie de herejía, como si yo estuviese desafiando los dictámenes de la naturaleza y jugando con mi vida. La perorata fue tal que salí atontado de la cita y con la decisión unilateral de no volver a visitarlo. Debido a su discurso, concluí que en lugar del riguroso conocimiento profesional se dejó llevar por miles de años de historia, por lo que no me quedo otra alternativa que excluirlo como fuente de consulta.
En resumen, el avasallante aparato de difusión existe desde hace unas cuantas generaciones por una única razón fundamental: el beneficio económico de estos grandes consorcios. Para lograr tal cometido y asegurar la venta de los productos, el directorio de estas empresas procurará el apoyo de reputadas agencias publicitarias. Estas inversiones millonarias no se hacen porque sí, sino para incrementar los dividendos.
Nadie regala el dinero sin una razón específica. ¿Por qué machacar en todos los medios cada tres minutos que una simple gaseosa trae felicidad? ¿Para qué la absurda insistencia? Pues de absurda no tiene nada; tanta repetición atomiza el cerebro de la gente, hace que esta baje la guardia y llegue a la conclusión que será más feliz y exitosa si la bebe. Las campañas de los refrescos "cola" son más agresivas, porque se sospecha que dicha bebida es nociva para nuestro organismo. Andan en el espacio cibernético varios vídeos en los que a un vaso con ese tipo de bebida se le adiciona un caramelo de una afamada marca e inmediatamente el líquido salta como si se tratara de un géiser. Otros muestran cómo elimina la corrosión de materiales ferrosos. Si está comprobado que tiene esos poderes extraños -por llamarlos de alguna manera-, la duda sobre las bondades que nos puede traer estaría más que fundamentada. Nunca lo intenté, pero no me cabe duda alguna que de ofrecer ese refresco a un animal, lo olería por arriba y se retiraría sin siquiera probarlo. Enseguida se daría cuenta que se trata de algo malo. Pues bien, contra esos avatares lucha la publicidad.
El caso de la leche es diferente de plano, pues estas grandes corporaciones parten con la gran ventaja de que "la leche es buena para la salud". No hay que combatir a nadie -salvo algún lunático desconocido que sale a cantar verdades a las que nadie presta atención-. Muy poca gente tiene claro que la leche de vaca es tóxica para todas las especies, excepto para su ternero, para el cual tiene propiedades nutritivas insustituibles. No sería bueno para las ganancias de las empresas que el mundo se enterara de los elevados índices de toxinas que contiene, amén de los cruentos métodos que aplican dichas corporaciones para su extracción. Es por ello que de vez en cuando viene bien incorporar un médico de verdad (con su guardapolvo blanco y ornamentado por el infaltable estetoscopio) para dotar al mensaje de un aura de credibilidad irrefutable. El mensaje es que si el producto está recomendado por un médico es porque tiene que ser bueno para nuestra salud.
Cierta estrategia deportiva pregona: "No hay mejor defensa que un buen ataque". A los efectos de rebatir los casi inexistentes mensajes de "desquiciados" que "ensucian" la inmaculada leche de vaca, las empresas siempre estarán un paso adelante promoviendo un artículo que no necesitamos, pero que gracias al constante machacar, se torna imprescindible.
A muy avanzada edad llegué a la conclusión -sin influencias de ninguna índole- que consumir cadáveres no es ético, pues para obtener su carne son necesarios terribles métodos de tortura que ocasionan un sufrimiento inconmensurable a las víctimas. Tiempo después cerré el círculo con otra sentencia: el consumo de leche y todos sus derivados -así como los huevos de gallina- ocasionan los mismos sufrimientos, pero con la diferencia que la muerte llegará un poco retrasada; antes será necesario "exprimirles el jugo hasta la última gota". Esa esclavitud durará desde el parto hasta que el cuchillo fino e "indoloro" le seccione la garganta, y la vida.