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¿Para qué alardear tanto con el rescate de un animal si tarde o temprano se transformará en comida?


Dejando de lado la alimentación y la vestimenta, el principal rubro que impacta directamente sobre los animales es el turismo. En todos los viajes están integradas actividades con animales para obtener esa fotografía que arrancará muchos likes en las redes sociales. Como los grandes centros urbanos nos impiden vivir en contacto con la verdadera naturaleza, aprovechamos esa atracción turística para ver animales desde muy cerca y poder interactuar con ellos. Ninguna persona pensante va a considerar que pasear dos minutos sobre un camello implica una vulneración total de sus derechos, pues considerarán ese juicio de valor como una verdadera estupidez. Si lo analizamos en profundidad vemos que fueron sacados violentamente de sus ambientes naturales y que sirven de instrumento para generar divisas.


Todo ese gran movimiento comercial influye para que nosotros creamos que los animales están simplemente para que los explotemos y nos entretengan. Esa apatía es la que genera nuestra crueldad. Montar caballos, elefantes o camellos, visitar rodeos, pasear en trineos a tracción canina son todos ejemplos de actividades abusivas. Las más inmorales y cobardes son los safaris de caza y pesca.


El "turismo" de cacería tiene sus buenos adeptos y el negocio se ha extendido a viajes a destinos exóticos, en donde la gente puede saciar su necesidad de matar a indefensos animales salvajes. Esa morbosidad de embalsamar la cabeza de la presa cazada para exhibirla en la sala familiar con exacerbado orgullo habla de una debilidad mental que escapa a mis entendederas. En la mayoría de los países, durante diferentes épocas del año está permitida y patrocinada la caza de especies que necesitan ser "controladas". Como el que determina qué especie hay que proteger y cuál es la que está superpoblada siempre es el hombre, los gobiernos facilitan las cosas dando su visto bueno. Pero una cosa es el visto bueno para promover una actividad y otra muy diferente, practicarla.


Cada vez que veía a Don Juan Carlos I de España y a su "Sagrada Familia" de pie aplaudiendo al torero de turno tras faenar un toro bravo, una mezcla de indignación, asco e impotencia se apoderaba de mí. Como la fiesta taurina parece ir en declive, deseoso de ver sangre, Su Majestad emérita tuvo la pésima iniciativa de viajar a África para matar elefantes y retratarse junto al cadáver de uno de ellos, al que tuvo "el gusto" de acribillar a balazos. ¡Imagen patética si las hay! Si al "pobre" Bill Clinton lo censuraron hace unos años por satisfacer sus bajos instintos, ¿qué habría que hacer con el otrora monarca?


El dramaturgo inglés George Bernard Shaw (1856-1950) supo sentenciar que "si el hombre quiere matar al tigre, se denomina a esto deporte; si el tigre quiere matar al hombre, se denomina a esto bestialidad". Pero el "deporte" de la caza a veces trae "fatalidades". No será la primera que vez que leamos en la prensa que una persona en su afán de cazar, mata a otra, pensando que lo que se movía era un animal salvaje. Las interrogantes que a propósito se me ocurren son varias: ¿Cómo un humano que va a cazar para divertirse puede ir preso si por error mata a otro que estaba disfrutando de la misma actividad? Quien muere en esas circunstancias, se puede decir sencillamente que murió en su ley. ¿Muerte por error? ¿Accidente? Para mí es exactamente la misma justicia infinita cuando un toro mete la guampa en el corazón del torero y esta le sale por la boca, que cuando un individuo que sale a cazar ciervos o jabalíes mata a otro que busca la misma diversión para sacarse el "estrés".


¿Cuántas veces habré escuchado que la gente que sale a pescar lo hace porque le calma los nervios? Indudablemente es la misma situación que la descrita anteriormente con respecto a la caza, con la única diferencia que el escenario es el agua y que la manera de sufrir los peces su agonía es un tanto diferente.


El reino animal -que se caracteriza por su aguda inteligencia- interpreta de la misma manera el sufrimiento de un animal terrestre y otro acuático. Atesoro en mi memoria el emotivo vídeo en el cual un perro con su hocico hace desesperados esfuerzos por suministrar agua de pequeños charcos a un pez que yace inerte en la superficie de lo que sería un puerto. En determinado momento el perro suspende su actividad y acerca su hocico para cerciorarse de si el pez reacciona. No es muy difícil interpretar que quería devolverle la vida, en un acto de pura nobleza y valentía.


https://www.youtube.com/watch?v=q6BRbMfD3Dk


Lo que asombra a la clase humana sobre ciertas conductas del reino animal evidentemente forma parte de aquella naturaleza que se nos va diluyendo entre las manos gracias a nuestro comportamiento erróneo. ¿Cómo los factores culturales y religiosos hacen que esa naturaleza se haya desviado tanto, a tal punto que ciertas muertes para nosotros no signifiquen nada? El ejemplo gráfico es que una persona que se saca una foto con un león de África abatido a balazos es un maldito, mientras que el que lo hace con un pez gigante -al que jamás comerá- tiene el aura de héroe. De la misma manera, el que caza venados es un perverso, mientras que el que pesca con su hijo es una buena persona que transmite valores.

Dentro del entretenimiento, la industria que más capitales moviliza, sin lugar a dudas, es la cinematográfica. Sus afamados actores y directores son excéntricos millonarios y referentes a nivel mundial. La gente vive para saber cómo visten, con quiénes se casan, qué dicen y cómo piensan. Como todo negocio humano, el séptimo arte no podía excluirse de la lista que promueve el maltrato animal. Una sola película basta para ejemplificar el modo como la mente humana es un cúmulo de contradicciones. El filme Babe, el cerdito valiente (1995) trata de un cochinito que llega a una granja y no quiere que su destino sea transformarse en un simple plato para el banquete de navidad. Al haberse criado con los perros ovejeros de la hacienda, Babe aspira a ser uno más de ellos y no habrá de cejar hasta haber convertido su sueño en realidad. La película fue un éxito arrollador de taquilla y fue nominada a siete estatuillas Oscar. Un dato no menor es que para completar la película se sacrificaron cuarenta y ocho cerdos para hacer un solo Babe. El caso es que los "protagonistas" engordaban tan de prisa que a los pocos días ya no estaban aptos para cumplir con su rol actoral.


Desde la perspectiva que trato de enfocar este trabajo, que sean sacrificados cuarenta y ocho animales para realizar un largometraje no deja de ser una catástrofe. No es el primer caso y por supuesto que no será el último. Pero lo que más sorprende es la capacidad, el arte innato que tenemos para separar cosas que por cierto van indisolublemente ligadas. Por un lado, el director logra el cometido de que Babe zafe de una muerte inevitable y por añadidura, que la gente salga con un sabor dulce en el alma por esa circunstancia, mientras que por otro, aquellos que festejan ese final feliz, ¿de qué manera lo hacen?, seguramente saboreando una salchicha de puro cerdo con abundante mayonesa y mostaza. Tanta hipocresía me hizo recordar a la maestra que todos los fines de semana le encomendaba a un alumno diferente el cuidado de un pollito, para desarrollar en los niños el sentido de la responsabilidad en los cuidados de un ser vivo. Mi pregunta fue demoledora tanto para la maestra como para la orgullosa mamá del niño -profundamente emocionada porque el ave se estaba criando sana y fuerte-: ¿de qué sirven tantos cuidados si en definitiva va a terminar, en el mejor de los casos en el estómago de una persona y en el peor, en el del propio niño?


http://www.infobae.com/america/mundo/2017/08/25/los-18-cerditos-que-fueron-rescatados-de-un-incendio-y-terminaron-como-cena-de-recompensa-para-los-bomberos/

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