La "transición" al veganismo
Tengo que reconocer que el espectro de las necedades que se dicen respecto del veganismo es amplio. Se manifiestan, por ejemplo, veganos arrepentidos después de nueve años, aduciendo flojera o falta de fuerzas. Por su parte, decenas de sitios veganos en Internet enfatizan que el proceso de cambio debe ser moderado (postulado con el que discrepo profundamente). Por su parte, la prensa sesgada -que responde a intereses comerciales- utilizó a la joven actriz estadounidense Anne Hathaway como paradigma de una celebridad que dejó el veganismo debido a ciertos síntomas de cansancio físico y flojera. Este mundo está plagado de mitos y uno de ellos es el de la "proteína animal".
Puedo entender a aquellos que de asesinos se transforman en "ciervos de Dios", me entra en la cabeza que una persona decida cambiar de sexo cuando toda la vida llevó una aparente vida normal con matrimonio e hijos, pero lo que no puedo creer es que un vegano de larga data vuelva a masticar carne. En mi caso particular, de lo único que me podría arrepentir es de no haber adoptado esta filosofía de vida antes. Lamentablemente, los grilletes culturales que mantenían mi cerebro cautivo en asuntos banales hicieron un gran trabajo ocultándome la verdadera esencia de las cosas. Pero como suele ocurrir, de repente esas "cadenas" manifestaron cierto desperfecto y, sumado a un destello de lucidez de mi parte, fue que logré esa liberación y ese cambio radical de vida.
Yo, que llevo algún tiempo como vegano, me puedo llegar a morir si tengo que masticar un pedazo de carne; es como si a cualquier persona le dijeran que debe comerse un filete de rata. El solo hecho de pensar de dónde proviene la leche ya me produce cierta repulsión, y ya no lo puedo evitar. Años atrás todos los productos lácteos eran mi debilidad, por eso digo que lo del cambio paulatino es un concepto cándido, quizás tonto. Esto es igual que el que deja de beber o de fumar; el cambio se da cuando se toma la decisión. Cada vicio se combate con una asociación de ayuda; los alcohólicos, fumadores, ludópatas y drogadictos se manejan con grupos de apoyo, cuyo vínculo puede llegar a durar toda la vida. El vegano, en cambio, no necesita nada de eso. No existen las dietas veganas, sino los veganos que prescinden del sufrimiento animal para alimentarse sin perder la alegría por las supuestas privaciones. Por tanto, esa transformación lejos de formar parte de un proceso, es inmediata una vez tomada la decisión. Si una persona se vuelca a esta filosofía de vida por una cuestión de salud, yo no la consideraría vegana y a la larga fracasará en el intento. Este estado espiritual se debe a factores éticos exclusivamente; si de paso evita las enfermedades, mejor todavía, pero la decisión tiene que venir desde un punto de vista místico.
Dejando volar la imaginación, en el caso hipotético que un médico le prohibiera a su paciente la ingesta de productos de origen animal (incluidos quesos, chocolates, chorizos, corvina, helados, tortas, omelettes, etc.), tendría solamente dos opciones: el suicidio o un psicólogo. Para redondear la idea, desde un plano físico resulta imposible ser vegano sin trampas, desde el plano metafísico es más fácil que la tabla del uno.
http://www.elmundo.es/loc/2014/12/12/5489b97d268e3eee298b459d.html