La cirugía estética que "embellece" al Doberman
Para ejemplificar los absurdos cánones de belleza que tenemos los humanos, se hace inevitable que mencione el dramático caso de la raza Doberman, simplemente para dejar en evidencia un modelo específico de algo "imperfecto" creado por el hombre. Inventado para fines de vigilancia, el Doberman se convirtió en toda una celebridad debido a las películas que protagonizó en la década de los setenta del siglo pasado. De aspecto atlético, gran potencial físico y porte elegante, sigue gozando de gran popularidad gracias a su carácter valiente y decidido. Pero tiene un "gran problema": sus orejas y su rabo no se ajustan al ideal de belleza que los humanos soñaron para esta raza. Entonces, ¿qué hace el veterinario para remediar la "falla" genética? Lisa y llanamente pasa a la mascota al "salón de belleza" para que se le practique la ineludible cirugía "estética".
El profesional que más debería estar en desacuerdo en someter a indefensos animales a torturas, vejámenes e intervenciones quirúrgicas por simple tradición y capricho de nuestra especie, se encarga de esa misión y lo hace con gusto, sin atisbos de remordimientos y por lo cual cobra muy buen dinero. La gran mayoría de los propietarios de esa raza ve con buenos ojos mutilar (para ellos embellecer) a su perro, en esa forma gregaria de actuar que tan bien nos caracteriza. De más está decir que el sufrimiento al que se somete al animal es absolutamente accesorio, pero ¡como lo hace todo el mundo!
No hay dos opiniones que a esa práctica abusiva tanto en español como en esperanto se la debería definir como maltrato, pues vulnera salvajemente la integridad del animal. Lamentablemente estamos lejos de que una ley tipifique esta deleznable y arraigada costumbre como delito, pero nos invita al escabroso debate acerca de la impartición de justicia cuando están involucradas las mascotas. La pregunta es: ¿los derechos de los animales comienzan cuando terminan los de los humanos?