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Máquinas industriales al servicio de la humanidad

¿Qué decir de la especie más compasiva del mundo con relación a las máquinas de torturar? El espectro es demasiado amplio como para extenderme respecto de la crueldad del hombre desde los comienzos mismos de la civilización. Dicen que la Edad Media fue el período más sombrío en la historia de la humanidad. Mi humilde opinión es que en la cúspide de la barbarie está -sin lugar a dudas- el Siglo XX, y no lo está el XXI, porque todavía no completamos la segunda década. Aquella época se caracterizó por el embrutecimiento de la población por cuestiones esotéricas y por las ofensas a Dios, con el funesto corolario de las persecuciones, torturas y ejecuciones de la iglesia Católica. El tema de Dios es absolutamente controversial, porque por un lado los devotos de casi todas las religiones proclaman a los cuatro vientos que "Dios es amor", pero por otro, la mayoría de los desbordes a lo largo de la historia se hicieron en su nombre. Dios es multiuso y se lo invoca para todo: para el amor, para el odio, el rencor, y también para matar animales a diestra y siniestra. Una técnica muy popular en estos días es también robar en el nombre de Dios. Basta ir a una de esas iglesias pentecostales para ver de qué manera descarada se saca el diezmo a la gente pobre.


El ingenio y la maldad suprema se amalgamaron durante aquel período de la historia para inventar las más espeluznantes máquinas para provocar sufrimiento, para escarmentar a las víctimas, y por supuesto, matarlas. Se inventaron aplasta-pulgares, la rueda (cuyo cometido era asar a la víctima viva), la hoguera, la picota, el cepo, la guillotina, etc. Cuando Benjamín Franklin -a mediados del Siglo XVIII- descubrió la electricidad, jamás soñó la repercusión que esta iba a tener en el futuro. La Revolución Industrial, así como el desarrollo en la segunda mitad del XIX del motor de combustión interna y la energía eléctrica fueron el complemento perfecto. Finalmente llegó la cereza en el pastel: el invento de la lámpara eléctrica (1879) por parte de Tomás A. Edison. Con esta catarata de inventos también llegó la silla eléctrica, la picana y el exterminio masivo de animales. Si estos tuvieran la capacidad de sentir odio, todo ese sentimiento debería estar canalizado hacia B. Franklin, pues gracias a su revolucionaria electricidad mueren en la actualidad trescientos animales por segundo. Haciendo pequeños cálculos matemáticos arribamos a la sorprendente realidad de que por día son masacrados alrededor de veintiséis millones de animales en el mundo, solo para beneficio de los humanos. Esta escandalosa cifra habla de la peligrosa apatía en la cual vivimos, en la que a nadie le importa la suerte de su vecino. Dicho cálculo sobrecogedor hace que las muertes de la Edad Media sean un juego de niños comparado con lo sangriento que es nuestro mundo contemporáneo.

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