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El burro y su mala fama


Paradigma de transporte de carga pesada a lo largo de la historia, el burro carece de buena fama. Erróneamente se lo degrada cuando se lo compara con el caballo, pues es más lento y débil que este. A pesar de ello, posee una enorme resistencia y es más longevo. Además de que en países del tercer mundo tiene una vital importancia en el traslado de mercancías, es célebre por su aparente terquedad: evita hasta lo imposible meterse en lugares que pueden atentar contra su integridad, gracias a su gran instinto de conservación. Es sabido que es un animal precavido, perspicaz, travieso y dispuesto a aprender. A pesar de esa abundancia de cualidades, el burro es el prototipo de la ignorancia por antonomasia gracias a grandes maestros de la literatura universal. Aquellos que pecan de ignorantes o que la naturaleza no les otorgó el don de la inteligencia, son denominados burros, sin contemplaciones.


En otros tiempos, entre compañeros de grado se formaban rondas en los patios y si por alguna circunstancia de la vida el niño no sabía la respuesta a la pregunta que le habían formulado, se le cantaba una canción humillante que sonaba a castigo por pecar de iletrado: "¡no sabe, no sabe, tiene que aprender; orejas de burro le vamos a poner!" Para calificar ese momento en que el honor de una persona sufre un grave menoscabo, está de moda un préstamo del idioma inglés llamado bullying.


Una de las pocas excepciones a la regla de la mala reputación endilgada al burro fue la obra que catapultó a la fama y que incidió notablemente para que su autor, el español Juan Ramón Jiménez, obtuviera el Premio Nobel de Literatura en 1956: Platero y yo (1916). La vida y la muerte de un burro de color plateado, amado con pasión por su dueño, es un canto a la ternura que siempre dice presente en las aulas escolares. De esa reivindicación a uno de los animales más abusados de la historia rescato un pasaje que resume de manera fantástica la idea de este libro: "¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres! Irónicamente... ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre!"

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